Ingenuidad política

    Por Gerardo Hernández González

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    La consigna de Alejandro Moreno y Carolina Viggiano, los candidatos de Enrique Peña Nieto (EPN) y Miguel Osorio Chong (MOC) para dirigir al PRI es clara: terminar con los dinosaurios de una vez por todas. Esa especie la representan Manlio Fabio Beltrones y las generaciones de gobernadores, secretarios de estado y políticos previas a la de EPN. Sin ser un dechado de honestidad, Beltrones significaba un peligro para la cleptocracia que ostentó el poder hasta el año pasado; por esa razón, el peñismo conjuró para echarlo de la jefatura del PRI por la puerta de atrás.

    El temor era que Beltrones aprovechara su experiencia y relaciones con los cuadros del PRI y otros sectores para conseguir la candidatura presidencial en 2018, como Roberto Madrazo lo hizo 12 años antes. En ese escenario, quizá tampoco hubiera vencido a López Obrador, pero el desplome de su partido habría sido menos estruendoso. Para eliminar al émulo de Gutiérrez Barrios de la sucesión y derrumbar el mito, nada mejor que presentarlo como perdedor.

    Las elecciones de 2016 marcaron el debut y la despedida de Beltrones de la presidencia del PRI. El resultado fue desastroso, pues de 12 gobiernos en disputa, perdió siete con el PAN; entre ellos los de Durango, Quintana Roo, Tamaulipas y Veracruz donde jamás había habido alternancia. Cuatro datos curiosos: 1) en la mayoría de los estados donde participó Encuentro Social (ES), partido patrocinado por MOC, afrontó al PRI; 2) en Hidalgo —donde el cacique es MOC— el PRI ganó con el más alto porcentaje de votos; 3) los candidatos de Morena obtuvieron votaciones marginales, excepto en Oaxaca, Veracruz y Zacatecas, y 4) en las presidenciales del año pasado, ES apoyó a López Obrador y no a José Antonio Meade.

    El triunfo del PAN catapultó a su líder Ricardo Anaya y lo consolidó como el plan B de EPN y sus secuaces para la presidencia. Sin embargo, cuando el “joven maravilla” emprendió su propio vuelo y en campaña prometió encarcelar al Presidente por delitos de corrupción, la preferencia cambió hacia López Obrador y su partido. Súbitamente, AMLO modificó su discurso y perdonó a EPN. Sin embargo, la presión interna y exterior, para enjuiciar a Peña, podría rebasarlo.

    Boicoteado desde Los Pinos, Gobernación y Hacienda —entonces a cargo de Luis Videgaray, promotor de la candidatura de Meade—, Beltrones optó por renunciar a la jefatura del PRI y a sus aspiraciones presidenciales. La trama había dado resultado. Beltrones era el candidato natural en las sucesiones de 2012 —de la que fue eliminado por intrigas de Humberto Moreira y de EPN— y 2018. El currículum del dinosaurio asusta a los párvulos arrogantes que gobernaron el país en el sexenio pasado y sepultaron al PRI: subsecretario de Gobernación, gobernador de Sonora, líder de la CNOP y presidente de las cámaras de diputados y de
    senadores.

    En su discurso de renuncia a la dirigencia del PRI, el 20 de junio de 2016, “don Beltrones” pegó un coletazo: “(…) los electores dieron un mensaje a políticas públicas equivocadas o a políticos que incurrieron en excesos, que no tuvieron conductas transparentes y que no actuaron de manera responsable… (la) ciudadanía premia o castiga con su voto”. También parafraseó a su paisano Colosio, asesinado por la nomenklatura para cerrarle las puertas de Los Pinos: “Lo que los gobiernos hacen, sus partidos lo pagan”. Un año después, Peña y su grupo fueron castigados en las urnas por 45.6 millones de mexicanos (suma de los votos por AMLO, Ricardo Anaya y Jaime Rodríguez).

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