En el nombre del padre

    Por Gerardo Hernández González

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    Representado en diversas series cuando era niño, Sebastián Marroquín ofreció una conferencia sobre su padre, el 8 de abril en Torreón. A primera vista, el nombre no llama la atención, pero antes no se llamaba así, sino Juan Pablo Escobar. Entonces, las cosas cambian. Renata Chapa publica en Espacio 4 (612) una crónica sobre la disertación. Empieza así:

    “Cordones de banquetas ocupados. Estacionamientos llenos. Cuadras concurridas. A primer ojo, dominan los carrazos modelo peligro. Desde las narcocamionetas, multicolores, polarizadas, impecables, a los autos de carrocerías supremas, blancos del consejo que mutó en cliché: ‘Ten cuidado. No te vaya a salir un narco’. Dan las 7:15 p.m. El sol es terco.

    “Durante el caminar por las calles rumbo al colegio, fondea música pop en inglés. Algunos van con paso apurado. Sedas, tacones, pieles. Exclaman en voces altas, llamativas; otros avanzan con su parsimonioso arrastre. Mezclillas, canvas, algodones. Una sola estela de aromas mixtos, con fijador extremo, conduce a la puerta maestra. Su escudo marca pautas.

    “Sin distingo ni revisiones. Así, la entrada. A la izquierda, dos jóvenes venden boletos a trescientos pesos. A la derecha, una muy larga estructura tiene estampada, en mayúsculas, una frase: ‘Una historia para no repetir’. El aire, ahora, huele a bravo carbón y al aceite requemado. Tacos de vampiritos por aquí, empanadas argentinas por allá. (…)

    “La figura del presidente municipal, en traje azul marino, aparece más adelante. Espera y desespera, por lo visto. Opta por esquivar con soslayo a los que pasan cerca. Aunque él está casi de espaldas, algunos le buscan el saludo de lejos. Le gritan ‘de tú’, lo hacen voltear. Y, sin remedio, sonreír.

    “Al 70% y a las 7:30 p.m. Así luce el auditorio anunciado como punto de reunión con sendos Pablos y con un Gregorio. Los aires acondicionados provocan un arrebatado bajón de temperatura –al estilo de mall bonito– mientras que sus muy enormes tapetes color arena –pulcrísimos– buscan la calidez del piso alfombrado. Ejecutiva, fina, tersa e incontaminable. De área bancaria para inversionistas en serio.

    “Desde uno de los asientos de la primera fila, lo que va apareciendo en la pantalla gigante frontal es ineludible. Rotan logotipos y frases comerciales de distintas empresas, pero es un mensaje el más insistente. ‘¡Te invitamos a pasar a la firma de libros mientras cenas en nuestras Food trucks!’

    “Con las 7:55 p.m. encima, y una convocatoria de nutrido ver, varios chicos trajeados, con intercomunicadores de diadema y micrófonos, en actitud de custodio de pesado personaje, deslizan un portón lateral. Dan el paso a otro grupo de adolescentes que, en similar actitud, rodean a un hombre vestido completamente de negro. Ingresan todos y el aplauso va de menos a más. Ha llegado el ponente de la noche. Aparece Juan Pablo Escobar y, a través de él, su padre, el narcotraficante, Pablo Escobar, el que, cariñosamente, le llamaba ‘Grégory’. Luego de encaminarse directo a saludar al presidente municipal y a su esposa, llegan los saludos de mano y abrazos. Conversan ni treinta segundos. Apremia comenzar.

    “Dos estudiantes suben al foro con el ponente. El primer alumno en tomar la palabra, en ubicado cumplimiento de su rol de secretario, presenta al otro, el presidente; y él, conforme a un no menos serio protocolo –como de legión militar– al conferencista, Sebastián Marroquín. Con este tercer nombre también se mueve el primogénito de quien fuera el capo de la droga más poderoso del planeta”.

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