Habrá qué creer

    Por Julián Parra Ibarra

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    Dice una estrofa de la canción ‘Habrá qué creer’, del maestro Alejandro Filio, que habrá qué creer, “en Cristo en la paz o en Fidel” (…) “en algo o en alguien tal vez”. Y aunque me gusta ser realista y objetivo en lo que veo, lo que hago y en lo que digo, siempre he sido un ferviente creedor. En las personas, aunque en más de una ocasión me hayan decepcionado; en las instituciones, aunque pocas veces me hayan respondido; bueno hasta en los gobiernos, que contados con los dedos de una mano se pueden salvar de la quema.

    Por eso, en estos días cuando se ven las frías y duras estadísticas de la violencia en nuestro país que nos restriegan en la cara las 8 mil 737 muertes violentas registradas en nuestro país en el primer trimestre de este año, que lo convierten en el más sangriento y violento de la historia moderna de nuestro país; en Veracruz en los primeros 130 días del gobernador morenista Cuitláhuac García llevan 730 homicidios violentos –entre ellos 90 feminicidios-, más con el corazón que con la razón, quisiera creer las palabras del presidente Andrés Manuel López Obrador, cuando promete –no terminar, porque eso no lo va a lograr ni Harry Potter ni toda la convención mundial de magos- que en seis meses la violencia empezará a ceder terreno.

    A la realidad de pronto no le importa si el Presidente tiene otros datos o si lo que se vive actualmente sea el ‘cochinero’ que le dejaron los que se fueron, y nos dice que hay un México semiparalizado por la violencia; lo están entidades como Guanajuato, como Veracruz, Michoacán, Tamaulipas, como Chihuahua, Nuevo León, y en cuya lista ya aparecen estados del sur que hasta hace unos años ni en nuestras peores pesadillas habríamos imaginado que estarían ahí, como Colima, Tabasco, Quintana Roo. Inimaginable que el gobernador de Oaxaca quiera ‘cerrar’ la frontera con Veracruz, donde la violencia está totalmente fuera de control.

    La realidad también nos dice que la estrategia de pedirles a las madrecitas que ayuden diciéndoles a sus hijos que se porten bien, no ha funcionado y que después de cuatro meses de llegar al gobierno se descubrió que la estrategia de los que se fueron no era la correcta para contrarrestar la inseguridad, es más, nos subrayaron que no existía ninguna estrategia; pero que además nos revela que aparejado con ello, denota una ausencia de diagnóstico a fondo para darse cuenta antes de la toma de posesión, de que les estaban dejando un cochinero.

    Aunque la realidad nos dice que tiene ‘otros datos’ distintos a los del Presidente, yo quisiera creer en sus palabras y en sus promesas, de que, en seis meses, esto va a empezar a cambiar, porque si no, no quiero ni imaginarme dónde estaremos parados en esos seis meses o en un año. Quiero creer, de verdad quiero creer, como dice Filio, “en algo o en alguien tal vez”.

    laotraplana@gmail.com

    @JulianParraIba

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