Zapata no vive, su lucha no sigue

    Por Marcos Durán Flores

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    La mañana del 28 de noviembre de 1911, en medio del frío intenso de las montañas de Ayoxustla, en el estado de Puebla, se aprobaba el “Plan de Ayala”, documento que recogía las aspiraciones de los campesinos de México. Ahí, un grupo de rebeldes desconocían a Madero como líder de la Revolución y exigían la devolución al campesinado de las tierras usurpadas por los hacendados. Después de aprobarse el Plan se leyó en voz alta y el general Emiliano Zapata se dirigió a los presentes para pedirles una sola cosa: “Pasen a firmar todos aquellos que no tengan miedo”.

    Emiliano Zapata había nacido el 8 de agosto de 1879 en el pueblo de Anenecuilco, de la Villa de Ayala en Morelos. En ese tiempo, la geografía estatal estaba compuesta por 37 haciendas y un centenar de pueblos y rancherías. Hijo de una humilde familia agraria, Emiliano Zapata trabajó como peón y aparcero y vivió las injusticias a las que eran sometidos los campesinos en manos de los hacendados. Muy joven, Zapata inició la defensa de las tierras comunales para después ser designado jefe de la Junta de Ayala. En 1910 recuperó por la fuerza unas tierras que eran protegidas por el jefe de la policía y las dejó en posesión de los campesinos del lugar, teniendo que escapar luego por ser declarado bandolero. Emiliano Zapata apoyaba desde entonces la reforma agraria que se intentaba implantar a nivel nacional.

    Al inicio de la Revolución mexicana se convirtió en uno de los líderes militares más importantes de la lucha armada, conociéndosele como “El Caudillo del Sur”. Moreno, y orgulloso, este revolucionario de bigote negro y espeso, vestía con gran pulcritud el traje de charro de los rancheros.  El movimiento armado de Emiliano Zapata es el compendio del movimiento social más persistente, añejo, profundo y complejo de la historia de México: la lucha de los campesinos por la tierra y por su propia sobrevivencia. Al aparecer en el movimiento armado de 1910, Zapata daba continuidad a un movimiento que llevaba siglos. Pero nadie antes había conseguido colocar en el centro del debate nacional: la pobreza del campesino.

    Pero las diferentes visiones del significado de la palabra revolución provocaron un choque de trenes entre Madero y el revolucionario del sur. Para Zapata, el “Plan de Ayala” era en sus propias palabras “la condenación de la infidencia de un hombre que faltó a sus promesas y el pacto sagrado, la nueva alianza de la Revolución con el pueblo, para devolver a éste sus tierras y sus libertades que le fueron arrebatadas desde hace cuatro siglos, cuando el conquistador hizo pedazos la soberanía azteca…”.

    Para él, esta secular injusticia sólo se podía resolver de forma violenta mediante la aplicación urgente de los artículos 6º, 7º y 8º del Plan de Ayala: regresar y dotar, en su caso, tierras, montes y aguas a los pueblos.

    “La tierra es de quién la trabaja”, decía. Buscaba un pedacito de felicidad. Para entonces su figura se había puesto por encima de haciendas y los hacendados, los verdaderos derrotados de la Revolución. Zapata soñaba con el inicio de una nueva época, el de un México sin ellos.

    La traición lo encontró hace 100 años, un 10 de abril de 1919, en la ex hacienda de Chinameca. Destrozado por las balas, el cuerpo del general Zapata fue dejado en la ciudad de Cuautla. La leyenda cuenta que montaba al alazán “As de Oros”, caballo de fina estampa. El pueblo, incrédulo, aseguró que ese no era el cuerpo del general. Decían que le faltaba un lunar en forma de manita y que ese cadáver tenía los dedos completos, conociéndose que a Zapata le faltaba una parte del meñique. Ese muerto no era Zapata. Él vivía ya para la eternidad.

    Así que si usted ve que en estos días, a ciertos personajes como José Luis López de la UNTA (Unión Nacional de Trabajadores Agrícolas) organización dedicada institucionalmente a sacar rentas del estado mexicano (sus impuestos y los míos) y que aprovechándose del recuerdo del “Atila del Sur”, incluso han formado partidos políticos como fue el hoy extinto y fracasado Partido Campesino Popular (Comparsa del PRI Coahuila en las elecciones) no les haga caso cuando quieren prafrasear a Zapata pues en en ellos, suenas ridículas. Y es que 100 años después, Zapata no vive y su lucha tampoco sigue.

    @marcosduranf

     

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