Esta columna habla no de un zoológico… sino de ¡política ¡

    Por Jesús R. Cedillo

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    ¿Le pido un favor señor lector? Léame. No se me vaya. Le doy mi palabra que esta columna no habla de los habitantes enjaulados de un zoológico, no; este texto habla de… ¡política! Se lo juro, en serio, no me deje colgado, se lo puedo probar. El pato, la chiva, la mapacha, el pejelagarto, caray ¡qué combinación! México es un país bizarro en todos los sentidos, no surrealista, no, eso ya quedó atrás. Eso es algo culto, intelectual; simple y lisamente somos un país de nacos, así de sencillo. Hoy con la de llagada de Andrés Manuel López Obrador a la Presidencia de México, todo elevado a la gran potencia. AMLO se ha rodeado de una corte de claques porque es su estilo personal de gobernar. Así va a caminar en su reinado. Lo estoy documentado en cada paso que da para en su momento, ofrecerle a usted un texto de gran calado. De hecho, hace poco le enseñé en un dilatado almuerzo este proyecto de escritura al abogado Gerardo Blanco Guerra, especialista en Derecho Electoral y catedrático de Teoría del Estado en la UA de C. Le llevé mi cuaderno de notas y apuntes (usted lo sabe, bueno, mis amigos lo saben: tengo cuadernos y cuadernos donde todo lo arrastro a lápiz y pluma. Ya luego, esas notas se convierten en oraciones, párrafos y al final de cuentas, en el entramado de mis textos de ensayo). Puntual y mejor exégeta que yo, Blanco Guerra me centró algunas aristas. Lo agradezco.

    Y entrando de lleno al corazón de este texto, pues sí, este es un texto de política, no sobre los huéspedes de un zoológico… aunque se pierden las fronteras entre el Congreso federal y el zoológico de Chapultepec en la ciudad de México. Hubo un día hace algunos años, creo recordar en 2002 o 2003,  que la televisión mexicana transmitió (en casi cada país del mundo hubo lo anterior, es decir, se compraron derechos para el formato que ahora usted va a recordar) las 24 horas del día de eso que se conoció como “Big Brother”.  Encerrados en una residencia, un racimo de chavos y chavas fueron  grabados todo el tiempo para observar su manera de actuar, comportarse y al final, “eliminarse entre ellos” con miras a lograr una “victoria” y quien lograba sobrevivir, se llevaba una fuerte cantidad de dinero. Los chavos estaban incomunicados de la sociedad. En aquellos años, fue todo un circo mediático (enseñar sus miserias de vida, como ahora son las redes sociales).

    Los inquilinos de esa casa, de ese programa vomitivo, lograron fama y dinero no por su conocimiento, lecturas o carácter, sino por los escándalos acumulados; fueron al menos tres o cuatro que recuerdo estuvieron o están aún en el candelero público en base a… aquelarres, investigaciones policiacas, portadas de revistas para caballeros, griteríos en las redes sociales que todo lo pudren, en la política y  en fin, qué se podía esperar de ellos. Recuerdo al pato, la chiva y la mapacha. Puro as de la miseria y frivolidad.

    A “La mapacha”, llamada Dennisse (es intrascendente su apellido, vaya, así es la fama pública de oropel), la tengo perfectamente desnuda. No se me espante señor lector, en su momento y con tanta fama, esta morena de en ese entonces buen ver, apareció medio desnuda/ medio vestida en una revista para caballeros junto con otras dos señoritas de infarto. Y como a mi me gusta ver señoritas en este tipo de revistas (soy heterosexual gracias a Dios, y estas revistas ya mustias, avinagradas, son casi monjas las protagonistas en comparación con el sexo y la pornografía demencial de la red), pues la  compré en su momento y aún debo de tenerla. Hubo otra protagonista de este programa vomitivo, “La Chiva”, Silvia Irabién, quien igual, ha posado repetidas ocasiones para revistas y publicaciones con desnudos totales donde muestra su más grande o único talento: su desnudez. Pero, ya luego estuvo envuelta en el ojo del huracán policiaco (en México y EEUU), cuando salió a la luz pública su relación con el poderoso narcotraficante, “El JJ.”

    Otra ex integrante de este programa llamado “Big Brother” fue Azalia (insisto, los apellidos no importan, pero todo mundo las identifica. Es Internet, pues. Todo mundo que “navega” en ella sabe de esto, por eso son “generación sin lenguaje”). Y esta mujer fue motivo de harta fama y hasta terminó en varios libros porque… fue una de las famosas “Ladys de Polanco” que maltrataron a humildes policías que no eran de su “clase social” en la pomadosa Avenida Masaryk en la ciudad de México. Hagamos corte de caja para llegar al gran final: ya hablamos de “La Chiva”, “La mapacha” y de la “Lady de Polanco”; pues sí, sólo nos falta… “El pato.” Y da la casualidad que esta ave es Patricio Zambrano, candidato por tercera vez a la Alcaldía de Monterrey por el Partido del Trabajo (PT) y claro, of course… Morena.

    Este y no otro son el partido y los candidatos y políticos convocados por el ex crucificado de Tabasco, Andrés Manuel López Obrador. Este y no otro tipo, es quien quiere gobernar Monterrey (mi ciudad adoptiva) en elecciones extraordinarias que se celebrarán este próximo 16 de diciembre. Y se va a repetir la elección por el terrible desaseo de todos los involucrados: partidos políticos, Comisión Estatal Electoral, Sala Regional Monterrey y finalmente la Sala Superior del Tribunal Electoral (expediente SM-JDC-776/2018, analizado puntillosamente por don Gerardo Blanco). Morena lleva al “Pato” Zambrano como candidato. En fin, ya nada me asombra con AMLO y su corte de claques. Puro analfabeta funcional.

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