Nunca más

    Por Marcos Durán Flores

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    A punto de cumplir 100 años murió Ernesto Sábato, argentino universal, extraordinario Físico-Matemático pero aún mejor escritor. Hace un tiempo, un entrañable amigo, Federico Garza Ramos me obsequió el libro “Diálogos Borges-Sábato” con las conversaciones entre dos escritores separados por la política pero reencontrados años después para hablar de literatura, de las matemáticas, de los sueños, de la realidad, de Dios y claro está del tango.

    Al caer la dictadura argentina, Ernesto Sábato presidió la Comisión Nacional de Desaparecidos. De ahí surgió el libro “Nunca Más”, conocido como “Informe Sábato”, documento que sacó a la luz la violación sistemática de los derechos humanos de miles de argentinos durante el periodo 1976-1983. El documento acusa que en nombre de la seguridad nacional miles de ciudadanos fueron secuestrados para pasar a formar parte de una categoría aterradora: los “desaparecidos”, condición tétrica y fantasmal dice Sábato pues no estaban muertos o encarcelados. Eran simplemente desaparecidos.

    La Conadep reunió en más en 50 mil páginas, testimonios y denuncias que confirmaban la  desaparición de 8 mil 960 personas, 80 por ciento de las cuales tenían entre 21 y 35 años de edad.  El prólogo del “Informe Sábato”, es por lo menos conmovedor: Durante la década del 70 la Argentina fue convulsionada por un terror que provenía tanto desde la extrema derecha como de la extrema izquierda. Este fenómeno que ha ocurrido en muchos otros países. Así aconteció en Italia, que durante largos años debió sufrir la despiadada acción de las formaciones fascistas, de las Brigadas Rojas y de grupos similares. Pero esa nación no abandonó en ningún momento los principios del derecho para combatirlo, y lo hizo con absoluta eficacia, mediante los tribunales ordinarios, ofreciendo a los acusados todas las garantías de la defensa en juicio.

    Al respecto, Sábato relata que en ocasión del secuestro y asesinato del primer ministro italiano Aldo Moro, un miembro de los servicios de seguridad sugirió al general Carlo Dalla Chiesa, Jefe de la fuerza antiterrorista, torturar a un detenido que parecía tener información del caso, a lo que éste respondió con palabras memorables: Italia puede permitirse perder a Aldo Moro. No, en cambio, implantar la tortura.

    No fue así en la Argentina, a los delitos de los terroristas, las Fuerzas Armadas respondieron con un terrorismo infinitamente peor que el combatido, porque contaron con el poderío y la impunidad del Estado absoluto, secuestrando, torturando y asesinando a miles de seres humanos.

    ¿Pero que les paso a los desaparecidos en México? No se fueron a ningún lado. No están muertos o encarcelados. ¿Qué les pasó? Hasta ahora no lo sabemos, pero forman parte de una categoría a la que el escritor argentino Ernesto Sábato describía como tétrica y fantasmal, pues están simplemente desaparecidos.

    En México las proporciones de esta catástrofe humana se han atribuido en su mayor parte a las guerras intestinas entre grupos del crimen organizado que en su locura, arrasan con todo a su paso. Las cifras no son menos escalofriantes: en tan sólo diez años, de 2006 a octubre de 2016, el número de desaparecidos en el país llegó a los 29 mil 903, entre reportados en el marco del fuero federal y el fuero común. Esto, según lo reportado por el Secretariado Ejecutivo del Registro Nacional de Datos de Personas Extraviadas o Desaparecidas (RNPED).

    Por su parte, el Grupo de Trabajo sobre Desapariciones Forzadas e Involuntarias de la Organización de las Naciones Unidas asegura que en México, los estados con el mayor número de desapariciones son Guerrero, Tamaulipas y Veracruz. En Coahuila se ha dado a conocer que actualmente se tiene un registro de mil 700 personas en condición de no localizadas.

    Yo conozco a muchas de sus familias. He podido observar sus rostros anochecidos por el dolor y el duelo permanente. Sé de sus desvelos, sus días y noches eternos, sus súplicas por no ser condenados al olvido. Buscan sin encontrar el sosiego para sus almas haciéndose todos los días la misma pregunta: ¿dónde están?

    Pero con la desaparición de sus hijos e hijas, viene otro dolor que los persigue y hiere: el estigma de ser señalados, la indiferencia y de ser, incluso, tratados por muchos como enemigos. Y es que a pesar de su dolor eterno, muchos que desconocen las causas y otros aun conociéndolas, han llegado a decir con ligereza que desaparecieron “porque estaban coludidos con criminales”. Una respuesta injustificada desde cualquier ángulo.

    Y es que a pesar de que lo estuvieran, el Estado mexicano y la sociedad deberían asegurar la resolución de la mayoría de los casos, prestar atención adecuada a las víctimas y, fundamentalmente, garantizar que todos los responsables comparezcan ante la justicia.

    Ayer se conmemoró el “Día internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas” tendríamos que reconocer a  organizaciones como FUUNDEC (Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en Coahuila) y en especial a las familias de desaparecidos. A ellos les ha quedado claro que como nación, podemos aprobar cualquier ley o adherirnos a cualquier convención internacional o crear cualquier clase de Fiscalía especializada, pero  para ellos, siempre serán insuficientes y lo son. Póngase usted por un minuto en su situación y lo entenderá.

    El gran Mario Benedetti, les dedicó un bello poema a los “Desaparecidos”, del cual transcribo algunos de sus versos: “Están en algún sitio concertados, desconcertados, sordos, buscándose, buscándonos, bloqueados por los signos y las dudas, contemplando las verjas de las plazas, los timbres de las puertas, las viejas azoteas ordenando sus sueños, sus olvidos quizá convalecientes de su muerte privada. Nadie les ha explicado con certeza si ya se fueron o si no, si son pancartas o temblores sobrevivientes o responsos”.

    @marcosduranf

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