El expresidente de España José María Aznar, del Partido Popular (PP), escribe
en sus Memorias I (aquí sí hubo parte II) que cuando sus asesores de imagen
le aconsejaron afeitarse el bigote para avanzar en las encuestas puntos
cruciales y ganar las elecciones de 1996, se negó, pues prefería perder tal y
como era, en vez de darle gusto a la galería. El candidato de centro derecha
venció por un margen estrecho a Felipe González, del Partido Socialista
Obrero Español, quien había ocupado el cargo durante 14 años. Aznar fue
reelecto y en 2004 el PP estuvo a punto continuar en el Palacio de la
Moncloa, con Mariano Rajoy, pero los atentados terroristas del 14 de marzo,
tres días antes de las votaciones, lo impidieron.
La anécdota la recordé al escuchar por casualidad un spot del tocayo de
Aznar, José María Fraustro Siller, candidato del PRI y PRD —socios en
Coahuila desde el moreirato— a la alcaldía de Saltillo. Empieza: «Dicen que
soy serio…». Acepta serlo y explica por qué y en qué. No es pose, tiene fama
de serlo. Conozco a Fraustro por su trayectoria (exrector de la Universidad
Autónoma de Coahuila, exlíder del Congreso y exsecretario de Educación con
distintos gobernadores). Hemos charlado una sola vez y lo saludo con la
frecuencia de cada eclipse total de sol en México.
Fraustro me ha causado siempre una buena impresión, entre otras razones
por circunspecto. Empero, en campaña se abren los armarios y los trapos
sucios se sacan al sol. Un ejemplo es la columna de Orestes Gómez «Al correr
de la pluma» titulada «Las Correrías (parte 1)» (Vanguardia , 28.03.21). El
autor le debe a sus lectores la parte 2, que ofreció publicar el 4 de abril. ¿Tan
cerrada está la competencia por la alcaldía capitalina? Si a una encuesta local
se le resta la intención de voto de una nacional, el resultado es un empate
técnico.
Para entender el mensaje «Dicen que soy serio…» no es preciso ser genio. Su
destinatario es Armando Guadiana, el candidato de Morena, quien, como
Aznar, jamás se cortaría el bigote. Otro distintivo suyo es el Stetson con que
cubre el déficit capilar que en el labio es superávit. Las cosas deben llamarse
por su nombre. En su visita reciente a Saltillo, el líder del PRI, Alejandro
Moreno, también tiró la piedra y escondió la mano. El estilo folclórico y
desparpajado de Guadiana preocupa, pues hace clic con la gente común, con
los votantes.
«(Saltillo) necesita gente seria (como Fraustro). No necesitamos payasos que
propongan payasadas (¿Guadiana y quién más? ¿López Obrador?) Este
municipio merece responsabilidad (Guadiana no la tiene) y seriedad
(Fraustro, sí); no se gobierna con una selfi, no se gobierna con un “videíto”
(¿el de Guadiana en una discoteca en pleno baile? ¿Ya lo ven en la alcaldía?)»
[los énfasis son míos], dijo Moreno, cuya imposición provocó una oleada de
renuncias en el PRI, la mayoría no visibles, pero otras bastante notorias como
las de José Narro Robles, Beatriz Pagés, Rogelio Montemayor e Ivonne
Ortega, a quien Rubén Moreira amenazó «si ponía un pie en Coahuila»,
según denunció la exgobernadora yucateca.
El discurso y el spot reflejan inseguridad, miedo. Ambos sentimientos
impregnan el ambiente y construyen escenarios. Los estilos de los candidatos
del PRI y de Morena están en las antípodas. Ya escribí sobre el tema en este
espacio («Política y tauromaquia», 20.01.21). Fraustro es un buen perfil, a
pesar de haber trabajado para Rubén Moreira, pero tiene enemigos casa.
¿Ganará? La decisión corresponde solo a los electores. Dar explicaciones lo
muestra débil. Hacerle el juego a Guadiana es, en el menor peor de los casos,
a gastar pólvora en salvas.
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