Un documento del Gobierno de Estados Unidos, desclasificado el 30 de marzo,
atribuye la popularidad del presidente Andrés Manuel López Obrador a su
imagen de hombre común, a partidos de oposición divididos, a «relaciones
públicas magistrales» y a las conferencias mañaneras, las cuales equipara con las
charlas del presidente Franklin D. Roosevelt junto a la chimenea. La información,
publicada por Grupo Reforma (07.04.21), se basa en un cable firmado por el
exembajador Christopher Landau a finales de diciembre de 2019.
«México enfrenta un importante desafío de seguridad y resultados mixtos en
materia de corrupción, derechos humanos y política exterior regional», dice la
nota diplomática, revisada por el ahora encargado de Negocios de EE. UU.,
John Creamer. «López Obrador —apunta— completa el año (2019) con una
lista abrumadora de desafíos, pero se beneficia de tener partidos de oposición
divididos, relaciones públicas magistrales y el toque (de hombre) común». La
imagen del presidente «gana brillo al recortar presupuestos gubernamentales y
al visitar partes del país que durante mucho tiempo han estado abandonadas».
AMLO está revestido de teflón, advierte el análisis en poder de
Reforma, pues
«A pesar de la tasa récord de asesinatos y que las personas en las encuestas
clasifican la seguridad, la corrupción y la pobreza como preocupaciones
principales, López Obrador sigue siendo, con mucho, el político más popular en
México». AMLO ha expresado su admiración por Franklin D. Roosevelt, quien
rescató a Estados Unidos de la Gran Depresión e inauguró, con el
New Deal, el Estado de bienestar. Con respecto a las conferencias mañaneras, el informe
señala: «(Son) charlas junto a la chimenea de un hombre del pueblo» cuyo
lenguaje permite conectar.
El informe se elaboró en diciembre de 2019, cuando López Obrador tenía una
aprobación del 65% y un rechazo del 31%, de acuerdo con la encuesta de
Reforma de ese mes. En la medición de abril de este año, el 63% aprueba al presidente y el 33% no. La variación es mínima si se toma en cuenta que en los 16 meses
transcurridos entre una y otra indagatoria AMLO afrontó la crisis de la pandemia
de COVID-19, el desplome de la economía y una embestida mediática sin
precedente, provocada en parte por el propio líder de la 4T.
López Obrador sigue forrado de teflón. Su diferendo con el Instituto Nacional
Electoral por la cancelación de candidaturas a Morena y por el acuerdo
extemporáneo para impedir, en acatamiento a la ley, pero por encima de la
Constitución, que el partido mayoritario esté sobrerrepresentado en la Cámara
de Diputados, no le ha hecho mella. (Habrá que medir el efecto de la tragedia en
la línea 12 del Metro de Ciudad de México.) Pero el INE tampoco se ha
distinguido por su congruencia, y en la campaña para restarle poder al
presidente, el árbitro comicial se ha formado en las filas contrarias a López
Obrador y a Morena.
Las oposiciones se unieron en la coalición Va por México, pero ni juntos el
PRI, PAN y PRD alcanzan al partido del presidente en la intención de voto
para el Congreso, cuando falta menos de un mes para las elecciones. El frente
tiró por la borda la oportunidad de atraer el sufragio popular al postular a
familiares y amigos de sus respectivas cúpulas y marginar no solo a líderes
sociales, sino a sus propios cuadros, lo que al final terminó, una vez más, por
dividirlos. Las dirigencias de los tres partidos, rebasadas por las
circunstancias, no han hecho más que mirarse el ombligo.
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