Pesadilla sin milagro

    Por Gerardo Hernández González

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    El presidente López Obrador ha criticado al PRI y al PAN por la venalidad y el crecimiento mediocre de la economía en sus gobiernos.

    “El distintivo del neoliberalismo es la corrupción. Suena fuerte, pero privatización ha sido sinónimo de corrupción. (…) casi siempre ha existido este mal en nuestro país, pero lo sucedido durante el periodo neoliberal no tiene precedente en estos tiempos que el sistema en su conjunto ha operado para la corrupción.

    El poder político y el poder económico se han alimentado y nutrido mutuamente y se ha implantado como modus operandi el robo de los bienes del pueblo y de las riquezas de la nación”, dijo en su toma de posesión.

    En ese periodo de 36 años, el PIB registró un crecimiento anual promedio de 0.18% en el Gobierno de Miguel de la Madrid; de 3.9% con Salinas de Gortari; de 3.3% con Ernesto Zedillo; de 2.0% con Vicente Fox y Felipe Calderón; y de 2.4% con Peña Nieto. De la Madrid y Zedillo empezaron sus gestiones con crisis económicas severas. Calderón afrontó la Gran Recesión –detonada en Estados Unidos– cuyo efecto se tradujo en una caída del 5.2% del PIB.

    Frente al modelo depredador –“la política económica aplicada durante el periodo neoliberal, de 1983 a la fecha, ha sido la más ineficiente en la historia moderna de México. (…) y tanto por ella como por la tremenda concentración del ingreso en pocas manos, se ha empobrecido a la mayoría de la población…”, ibídem–, AMLO voltea la mirada a los gobiernos de Ruiz Cortines, López Mateos y Díaz Ordaz, cuando la economía creció por encima del 6% “sin inflación y sin incremento de la deuda pública”.

    Además, acotó, el secretario de Hacienda de López Mateos y Díaz Ordaz, Antonio Ortiz Mena, “no era economista sino abogado”.

    Sin embargo, el “milagro mexicano” –comprendido entre 1952 y 1970– devino en pesadilla en los gobiernos de Luis Echeverría y José López Portillo, caracterizados por la demagogia y el populismo. El derroche se compensó con deuda y en la imprenta de billetes del
    Banco de México.

    Cuando el secretario de Hacienda, Hugo B. Margáin, encendió las luces de alerta –“la deuda externa y la deuda interna tienen un límite. Y ya llegamos al límite”–, el Presidente tomó el control de la economía.

    Echeverría sustituyó a Margáin con su amigo José López Portillo –abogado, como Ortiz Mena, pero profano en asuntos económicos– y después lo convirtió en Presidente con el 97% de los votos, pues el PAN, entonces único partido de oposición, no participó en los comicios.

    López Portillo terminó la obra iniciada por Echeverría: hundir a México. Con el agua al cuello, nacionalizó la banca y en su último informe intentó lavarse la cara con lágrimas de cocodrilo: “Soy responsable del timón, pero no de la tormenta”.

    En su discurso inaugural, AMLO se refirió a ese docenio: “… hubo dos gobiernos, de 1970 a 1982, en que la economía creció a una tasa del 6% anual, pero con graves desequilibrios macroeconómicos, es decir, con inflación y endeudamiento”. También con corrupción en el segundo caso.

    AMLO prometió crecer el PIB a un ritmo de 4% anual, pero deberá darse de santos si este año sube apenas medio punto y la economía no entra en recesión.

    En su carta de renuncia como primer secretario de Hacienda de la 4T, el 9 de julio, Carlos Urzúa prendió las alarmas igual que Margáin lo hizo 46 años atrás: “…toda política económica debe realizarse con base en evidencia, cuidando los diversos efectos que pueda tener y libre de todo extremismo, sea este de derecha o izquierda”. Sin embargo, el FMI avaló en lo general el manejo de la economía en el primer año de AMLO.

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