Alerta de género

    Por Marcos Durán Flores

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    Elizabeth Rodríguez era una joven delgada, su pelo chino y de color rojo se convirtieron en una obsesión para el hombre con quien sostenía una relación afectiva y a quien ella había decidido dejar por violento; lo de todos los días en ésta, “la mejor ciudad para vivir”. La tarde del pasado 11 de agosto, Elizabeth avisó que iba a encontrarse con su exnovio que insistía en verla. Esa fue la última vez que su familia la vio con vida. Al parecer esa tarde Francisco “N” la golpeó hasta matarla y en su locura la destazó y enterró en un paraje al poniente de Saltillo. Días después, su familia denunció su desaparición y comenzó la locura burocrática. Un deambular de oficina en oficina de gobierno buscando que alguien les hiciera caso. Y mientras la familia de Elizabeth moría de angustia sin saber de ella, el gobernador Miguel Riquelme y el alcalde de Saltillo Manolo Jiménez se enfrentaban a otro tipo de graves peligros, como recorrer en sus vehículos Razors la ruta “Coahuila 1000”. Los elementos naturales como el sol, el viento y la lluvia del desierto norestense, que no deben haber sido un reto sencillo.

    Al mismo tiempo, Elizabeth yacía muerta en un oscuro hoyo, su cuerpo desmembrado descomponiéndose. Fueron días terribles para sus padres, sus rostros anochecidos por el dolor, sus desvelos y sus noches eternas esperando saber algo. Sus almas sin sosiego sólo alcanzaban a preguntar “¿dónde está?”. Finalmente, el pasado sábado lo supieron cuando las autoridades la encontraron luego de hacer confesar al hoy presunto homicida. La identificación de Elizabeth fue posible por un tatuaje en el abdomen.

    Inicialmente, Francisco “N” fue señalado por “desaparición forzada” y no de “feminicidio”. Se trata de una forma vil, pero conocida de este Gobierno para no incrementar las estadísticas de un estado que en términos del tamaño de población, enfrenta un problema mucho más grave de feminicidios que el de la propia Ciudad de México y le expongo dos datos: en la capital del País, con una población de casi 9 millones de habitantes, los datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) indican que de enero a julio de este año se han cometido 26 feminicidios. Mientras tanto en Coahuila, con una población de casi 3 millones de habitantes, en el 2019 suman 20 asesinatos de mujeres. La cifra ha crecido un 58 por ciento respecto al año pasado. Al cierre de julio de 2018 se habían cometido dos en Coahuila y al cerrar el año pasado, 12. Hoy van 20 y contando. En cualquier otro estado, con este tipo de cifras, cualquier colectivo estaría demandando se activara la alerta de género en Coahuila. Aquí no sucede eso.

    Por supuesto que ayer mismo, el Gobernador declaró que van a “endurecer” los protocolos para estos casos, y se mostró muy indignado y “preocupado” por este hecho. Manolo es un caso de frivolidad digna de estudio; ayer domingo disfrutaba de la belleza del cañón de San Antonio en la sierra de Arteaga. Y mientras escribo esto, la violencia de género es un acto tan común como los presuntos actos de corrupción que también quedan impunes. Podría asegurarle que en el caso de Elizabeth, su asesino primero empezó a ejercer violencia emocional, luego, ya frustrado, pasó a los golpes y cuando se enteró que iban a dejarlo, decidió arrebatarle la vida.

    No se trata de un hecho aislado, pues la violencia y el sometimiento de la mujer son un acto tan antiguo que se ha convertido en una norma sociocultural profundamente arraigada en el mundo.

    Así que no nos sorprenda que viviendo en un mundo en donde las mujeres sufren los convencionalismos y estereotipos sobre la masculinidad y la feminidad, este y otros efectos se hayan integrado por siglos en las mentes y las sociedades, dando paso primero al sexismo y después a la subestimación y la idea definida de que las mujeres no merecen las mismas oportunidades que los hombres. Esa es la mejor forma de perpetuar la violencia y las desigualdades, y eso seguimos haciendo.

    Lograr algún cambio significaría algo tan profundo como la refundación misma de la sociedad y el papel que en ella jugamos mujeres y hombres. Elizabeth ha pagado con su vida querer alejarse de la violencia, hoy espera a la justicia de Coahuila, más corrompida que nunca, y no le quedara más que seguir esperando y esperando.

    @marcosduranf

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