Mascotas presidenciales

    Por Gerardo Hernández González

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    Para celebrar el triunfo legítimo, democrático, atronador, de Alejandro Moreno y de su número dos, el PRI organizó un funeral de 80 millones de pesos pagado por al erario. Con la misma antelación con que en el pasado festejaba resultados de elecciones aún no realizadas, el otrora partido aplanadora distribuyó la esquela desde el año pasado con fecha 1 de julio de 2018. De tan cantado, el entierro estuvo desairado. Ni llanto, ni dolor ni duelo, pero sí náuseas por el hedor del tándem cadavérico, uno de Campeche, la otra de Hidalgo.

    La presidencia del PRI se devaluó desde la llegada de Humberto Moreira, cuya cuñada Carolina Viggiano es ahora secretaria general, como antes lo fue, fugazmente, su hermano; de ahí en adelante, puras vergüenzas. Moreno no tiene ni la talla, ni el liderazgo ni la inteligencia de quienes, en sus diferentes épocas, le dieron rumbo y sentido a ese partido (Pérez Treviño, Lázaro Cárdenas, Carlos A. Madrazo, Reyes Heroles, Muñoz Ledo, Colosio). Para más inri, le dicen “Alito” o “Amlito”. ¿Quién que se respete aceptaría un apodo así de ridículo?

    Es más propio de una mascota que de un timonel en medio de la tormenta. Exacto. Ivonne Ortega, quien junto con José Alfaro compitió contra la fórmula oficial, marcó a Moreno y a Viggiano por el tiempo que dure la gestión, y aún más allá: “veo (…) que el partido, en vez de refundarse, va a refundirse y convertirse en el partido (…) mascota que acompañe al Gobierno” (Político.mx, 16.08.19). La exgobernadora de Yucatán y del PRI advierte por qué no impugnó ante el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación el fraude para imponer a los emisarios de Peña Nieto y Osorio Chong, opción planteada en este espacio (En Rumbo de Colisión, 29.07.19):

    “(…) lo analicé, tenemos todas la pruebas para tumbar un proceso por todas las irregularidades, (…) pero (…) ya habiendo tomado protesta el Presidente actual, tendríamos que tener un nuevo proceso. ¿Qué cambiaría si siguen siendo los mismos funcionarios del partido, (…) los mismos presidentes de los comités estatales, los gobernadores, si sigue habiendo la misma operación del expresidente Enrique Peña Nieto?”

    Aunque el porro se vista de seda y hoy sea nuevo rico, porro se queda. Ortega denunció al marrullero Rubén Moreira ante la Fiscalía General de la República, cuyo titular Alejandro Gertz Manero es la cara opuesta del blandengue Homero Ramos Gloria que aquí ofició de procurador. “Me amenaza con que no me atreva a poner un pie en Coahuila, porque (…) conocería quién es Rubén Moreira y, la verdad, hay muchas cosas que se dicen (…). Él era representante de Alejandro Moreno ante la Comisión de Procesos Internos y a mi representante le llamó por teléfono al momento de que hicimos la encuesta en Coahuila respecto a quién querían que decidiera, si la misma cúpula de siempre o la militancia. Él lo asume como agravio personal” (Reforma, 22.08.19).

    Moreno y Viggiano llevan la marca ignominiosa del sexenio de la corrupción. Imposible, entonces, escuchar de la nueva dirigencia del PRI demandas de justicia por el saqueo indiscriminado, la Estafa Maestra, los casos Odebrecht, Fertinal, Agronitrogenados, y a escala local, por la deuda, las empresas fantasma, las masacres en Allende y Piedras Negras, los negocios del moreirato con Juan Manuel Muñoz, operador de los Zetas, las desapariciones forzadas y los abusos de Fuerza Coahuila, creada por Rubén Moreira para sembrar terror y muerte.

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