Una gota de sangre

    Por Jesús R. Cedillo

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    Dice un viejo proverbio árabe, “Ten cuidado con el enemigo que escoges. Porque invariablemente terminarás pareciéndote a él.” Lo anterior se cumple a cabalidad con el Presidente de Morena (que no es de México), Andrés Manuel López Obrador quien no es igual, sino peor a Enrique Peña Nieto y otros anteriores del PRI. ¿Peña Nieto mintió en campaña y ya cuando fue Presidente se olvidó de sus promesas? Sí, como casi todos los Presidentes y gobernantes de este país. Pero también es el caso hoy de AMLO y sus promesas las cuales no puede ni va a cumplir. AMLO dijo una y otra vez, “no van aumentar gasolinas, gas ni luz, en términos reales.” Bajar el precio de los combustibles fue una promesa de su campaña. Lo reiteró apenas ganó las elecciones. No ha sido así. Se han incrementado a cuenta gotas. La gasolina en México cuesta el doble que en Estados Unidos (fluctuación diaria, pero alrededor de 12.50 pesos por litro en EEUU). México importa 80% de sus gasolinas y la quebrada Pemex, es la que trae el 97% de estas gasolinas al país. ¿Entonces para que hacer una promesa de campaña que no puede ni va a cumplir? Pues por eso, porque es un político. Y los políticos como AMLO mienten, conspiran, engañan, difaman; habla, habla y habla…

    No hay diferencia alguna entre AMLO y los ex presidentes del PRI. “Quien quiera que luche contra los monstruos debe cuidarse de no acabar siendo uno de ellos. Cuando contemplas largamente el abismo, el abismo también te contempla a ti.” La anterior cita es del libro “Más allá del bien y del mal” de ese tipo que se hizo monstruo al final de su vida, quien decretó la muerte prematura de Dios, Friedrich Nietzsche. El filósofo murió. Para su desgracia, Dios sigue vivo en la mente y el imaginario de los humanos vivos.  Este liminar entre literario y político (es lo mismo, vaya. Es la vida misma) sirve para contextualizar a esos seres, esos monstruos que nos habitan y habitan nuestra cultura desde siempre: los vampiros y su huella de sangre.

    Ni sabía que tenía el libro, no me acordaba de éste. Reacomodando mi biblioteca por siempre desordenada, tengo un pequeño nicho donde enfilo los libros de magia negra, libros oscuros, sobre la inquisición, diccionarios de ciencias ocultas, seres imaginarios o diabólicos, demonios, libros negros de magia secreta y en fin, esos libros y volúmenes que circulan a cuenta gotas y de los cuales siempre hay pocos ejemplares en los anaqueles de las librerías en cualquier parte del país. El libro lo tenía envuelto en su papel transparente protector, es decir, no lo abrí desde que lo compré e insisto, ni siquiera sabía de su existencia en mis libreros. Es el volumen “El libro de los vampiros. Leyendas, tradiciones, misterios” de Sally Regan, para editorial Bruño, de Madrid, España. Libro profusamente ilustrado, con buenas fotografías y buenos grabados.

    Aunque al parecer los vampiros y su sed de sangre ya pasaron un tanto de moda (ahora hay zombis, muertos en vida; tipos que comen a sus semejantes, los que practican la antropofagia ya sea como mutantes apocalípticos o como un rito iniciático: el ejemplo en México son el Cartel de los Zetas, quien hacen comer a las víctimas a sus sicarios cuando entran en la organización. No, no es una serie de Netflix, es la cruel, abominable y aberrante realidad), no deja de ser interesante cómo el mito del vampiro se ha venido transformando con el paso del imbatible tiempo. También, resulta atrayente ver como este mito es universal y está presente en la mayor parte de las culturas alrededor del mundo. Vamos de acuerdo en este contagio por los medios de comunicación hoy, pero si nos remontamos en la historia de la humanidad, el mito y leyendas de vampiros están presentes entre las culturas y naciones antiguas y modernas. Hay variantes de vampiros entre los aztecas (Cihuateteo), Surinam (Asema), Brasil (Jaracaca), mayas (Camazotz), Perú (Pishtaco)…

    Los jóvenes ya no se educan del todo en la madre general de la humanidad, la televisión; ahora tienen una opción mayor de envenenamiento de su cerebro: las series de Netflix y los memes y fruslerías que circulan y galopan en la red de Internet. En un tiempo no muy remoto a este que nos asiste, los vampiros eran como ratas, bestias repugnantes, ojos saltones, lengua de áspid envenenada, orejas puntiagudas y un aliento de muerte. Los libros del siglo XIX, la narrativa de este siglo mutó la figura de este vampiro (el clásico es la cinta “Nosferatu” de 1922) putrefacto, encorvado y con la tierra de la tumba pegada a su espalda, hacia un vampiro dandy. Hombres de la aristocracia, vestidos impecablemente, con traje de noche, de etiqueta, mancuernillas y fistol en la solapa de sus blazers, piel de pergamino y claro, cabello engominado y siempre peinado hacia atrás. Ojo con un detalle importante: sin invitación, estos vampiros no podían entrar a sus habitaciones ni a su residencia señor lector. Eran educados y de honor.

    Pero, llegó Hollywood que todo lo pudre. Bueno, no sólo Hollywood y su cultura chatarra. Aquí en México también hay muchos ejemplos al respecto. El ballet de Amalia Hernández convirtió la centenaria “Danza del venado” de Sonora, en una trivial e ingenua “Dances with Bambi.” Hoy, los vampiros ya no dan miedo, sino lástima. Dan pena. Hay vampiros gays, vampiros adolescentes (la saga y serie y películas de “Crepúsculo”), vampiros infantiles, vampiras en minifaldas de muy buen ver (la adolescente Buffy). En fin. Hoy para ser vampiro no se necesitan colmillos ni sed de sangre, sino tener la belleza y sex appel de Robert Pattinson y sobre todo, de la preciosa y esmirriada y Kristen Stewart.

    Coda

    No lo dudo, este año se va a celebrar la película “Coco” de Hollywood donde un niño llamado “Miguel de la Cruz” anda pintado de cadáver y con una guitarra al hombro, y no el mexicano “Día de muertos.” Netflix es la madre educadora de las nuevas generaciones, así de simple.

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