Chalecos en las antípodas

    Por Gerardo Hernández González

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    Los presidentes deben gobernar para tirios y troyanos. Sin embargo, por abandonar a los pobres y privilegiar a las elites, Miguel de la Madrid, Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Peña Nieto, cuyas administraciones se caracterizaron además por la ineptitud, la corrupción, la violencia y la impunidad, allanaron el camino a Andrés Manuel López Obrador, convertido hoy en el jefe de Estado y de gobierno más popular quizá solo después de Lázaro Cárdenas.

    Sobre las manifestaciones del 5 de mayo, en Ciudad de México y en algunas capitales estatales, el periodista y escritor Eduardo Huchim, escribe: “tienen su génesis en las medidas que está tomando el gobierno y, en particular, en el estilo heterodoxo del nuevo presidente que asombra a unos, conquista a otros, desespera a algunos y hace rabiar a un sector que le critica todo, desde su falta de institucionalidad hasta sus zapatos desgastados (…). Lo detestan porque AMLO encarna el empoderamiento de los más desfavorecidos, de los que literalmente sufren hambre, de aquellos que muy probablemente morirán en la pobreza porque nacieron en ella, fatalidad que el presidente quiere romper, en un encomiable propósito que merece apoyo general”, (Marchas: Excesos y Protestas, Reforma 08-05-19).

    Uno de los desaciertos de la marcha, convocada para pedir la renuncia de AMLO, quien recién había cumplido cinco meses en la presidencia, consistió en haberla llamado chalecos México en alusión a los chalecos amarillos de Francia, que puso en jaque al presidente Emmanuel Macron y lo obligó a cancelar el alza de impuestos a los combustibles y a congelar el alza a las tarifas de gas y electricidad. El movimiento, iniciado en octubre de 2018 contra el impuesto sobre el carbono, ha sacado a la calle a cientos de miles de franceses y se ha extendido a Bélgica, Alemania, España e Italia. Algunas manifestaciones han sido violentas y reprimidas por la policía. Hasta hoy el número de muertos es de 10, la mayoría por atropellamiento, y los heridos y detenidos se cuentan por millares.

    A los chalecos amarillos se han sumado las clases medias y bajas y los jubilados, inconformes por el deterioro del poder adquisitivo y las bajas pensiones. Los estudiantes rechazan la reforma a la educación secundaria. Otra de las reivindicaciones se refiere a la reimplantación del impuesto a las fortunas superiores a los 1.3 millones de euros (27 millones de pesos), creado por el gobierno socialista de François Hollande. Macron, de centro, lo suprimió para no espantar a los grandes inversionistas. Los chalecos amarillos expresan su “‘hartazgo’ ante un gobierno que, afirman, está “desconectado” de un “pueblo” que no hace más que ver cómo se degrada su nivel de vida” (El País, 08-12-18).

    El movimiento francés tiene mayor base social que el de sus imitadores en México; por otra parte, su agenda es más afín a la del gobierno de López Obrador. En un país cuyo voto contra los partidos tradicionales determinó la abrumadora victoria del líder de Morena, las protestas del 5 de mayo tuvieron escasa respuesta. El presidente polariza, es cierto, pero su propuesta de cambiar de régimen, y no solo de gobierno, responde al clamor ciudadano y al agotamiento de un sistema carcomido por la corrupción, la impunidad y la violencia. Los electores repudiaron en las urnas a una clase política rapaz y soberbia que en los 36 últimos años le dio la espalda.

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