Thomas Bernhard 2/2

    Por Jesús R. Cedillo

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    El escritor Thomas Bernhard (1931-1989), en su libro de ensayos, “Mis Premios” lleva a niveles de delirio su posición combativa y su ácido humor corrosivo los cuales le valieron el elogio, pero más los vituperios. Con su país, Austria, el dramaturgo, poeta y narrador mantuvo siempre una relación de amor-odio, situación desbastadora. Al fallecer, en febrero de 1989 (de una larga y penosa enfermedad), y al abrir su testamento, Thomas Bernhard dejó expresa una voluntad la cual sigue pesando como fardo en su país: prohibió durante la vigencia de sus derechos de autor (70 años) lo siguiente: en Austria no se puede representar, publicar o imprimir ninguna de sus obras. Uf.

    ¿Rudo verdad? Avanzamos. A petición expresa del mismo escritor y sólo días antes de morir, dejó también la siguiente orden: no habrá nunca en su tumba en Viena, inscripción alguna en su lápida. Es decir, es una tumba sin nombre.la sombra de sí mismo perpetua, la cual pesa más conforme pasan los años. Bernhard estaría escupiendo ácido en esta vida despersonalizada de Internet y de nulo valor civil para el combate. Vida apasionante, vida al límite la de este escritor siempre triste, siempre amargado, pero ahíto de talento y buena prosa. Yo, como Thomas Bernhard, soy un nihilista obcecado, el problema es lo siguiente lo cual repito: no tengo ni un ápice de talento como el autor de “Trastorno.” Tengo 54 años, sólo menos 5 de Bernhard cuando éste murió. Y sólo estoy viejo.

    Aunque he leído poco de Bernhard, lo poco leído –donde al final de cuentas se refleja el ser humano auténtico: en su literatura, en su pensamiento– resume ese estado de abandono, de catastrofismo bien medido y pensado; ese estado perpetuo de pesimismo sobre el género humano. También, asoma ese sentimiento autodestructivo, lacónico y melancólico, el cual rodea y es común desgraciadamente en los creadores. Su obsesión por la muerte campea en toda su obra. Es un jinete apocalíptico, puntual y letal. En el volumen “Mis Premios”, editado para el sello de Alianza Editorial, cuando el desencantado escritor asiste a la ceremonia de premiación del “Premio Büchner” y al compartir éste el pan y la sal en una hostería para celebrar el galardón, otro escritor merecedor del premio pero en la categoría de prosa científica, le espeta a Thomas Bernhard: “… por qué los escritores lo ven todo siempre con tanto desagrado.”

    Es el propio escritor quien lo resume afiebradamente en el mismo libro, justo en sus palabras cuando recibe el “Premio Nacional Austriaco.” El autor de “Helada”, escribe, “No tenemos que avergonzarnos, pero no somos ni merecemos más que el caos.” Merecemos el “caos”, afirma Bernhard. Para éste, el Estado es una creación “constantemente condenada al fracaso.” ¿El pueblo?, “una creación ininterrumpidamente condenada a la infamia y la debilidad mental.” Con el austriaco nunca hubo ocasión de medias tintas o paños tibios. Su posición fue vertical hasta el día de su muerte y aún, después de ella. Su relación amor-odio con Austria, lo orilló a prohibir durante la vigencia de sus derechos de autor después de muerto (setenta años), toda edición, representación o publicación impresa de su obra en su patria. Por lustros, las autoridades de cultura y medios de comunicación le persiguieron con campañas de aniquilación y violencia en su contra. Cuando recibía algún premio literario, Bernhard no perdía la oportunidad de criticar todo lo criticable del sistema político y cultural en turno.

    Hoy, ya no se va a los tribunales a denunciar ni un delito del orden común, hoy ya nadie lee periódicos ni libros para informarse y cultivarse. Hoy se denuncian los delitos en “tiempo real” en Internet y las redes sociales. Hoy se “educa” en Netfilx y en Facebook. Pinche vida.

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