Colosio: memoria incómoda

    Por Gerardo Hernández González

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    Desde 1994, dos sucesos confrontan al PRI en marzo: su aniversario (el día 4) y el asesinato de Luis Donaldo Colosio (el 23). En un lapso de 19 días, el partido más antiguo de México pasa de la celebración al duelo. Esta vez, en un contexto diametralmente distinto. Hoy la fuerza política dominante no es el PRI ni el PAN, sino Morena. El presidente López Obrador reveló que el 21 de marzo —dos días antes del atentado en Tijuana—, cenó con el candidato en casa de la activista
    Clara Jusidman, sin dar detalles de la reunión.
    En su primera campaña presidencial (2006), AMLO nombró asesor a Manuel Camacho Solís, a quien Carlos Salinas de Gortari utilizó en dos rutas: 1) para distraer a la galería y ocultar a su favorito; y 2) para poner en jaque a Colosio. Tras el levantamiento zapatista en Chiapas, el 1 de enero de 1994, coincidente con la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio, Salinas designó a Camacho coordinador para la Paz y la Reconciliación. El movimiento debilitó la de por sí frágil candidatura de Colosio y reabrió la sucesión.
    El 22 de marzo —un día después de la reunión de AMLO en casa de Jusidman—, Camacho telefoneó a Colosio y le anunció su decisión de no participar de nuevo en la contienda presidencial. Al día siguiente, el sonorense era abatido al término de un mitin en la colonia Lomas Taurinas. El 24 de marzo, el presidente encabezó un homenaje ante el féretro de Colosio. El priismo, reunido en el auditorio Plutarco Elías Calles, apuntó a Salinas y emitió un veredicto inapelable: «¡Él fue!… ¡Él fue!… ¡Él fue!».
    Raúl Salinas de Gortari, hermano del presidente, fue uno de los actores centrales de la trama, urdida desde el poder. Desde Los Pinos se habrían fraguado también los asesinatos del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, el 24 de mayo de 1993, y el del secretario general del PRI, José Francisco Ruiz Massieu, seis meses después del de Colosio. José Córdova Montoya, jefe de la oficina de la Presidencia; Manlio Fabio Beltrones, a la sazón gobernador de Sonora, quien entrevistó en secreto a Mario Aburto, el supuesto asesino solitario; y Emilio Gamboa Patrón, secretario de Comunicaciones y Transportes y muñidor de los Salinas, participaron en el
    juego para reemplazar a Colosio.
    En una nota autógrafa —publicada por Reforma — Raúl Salinas le dice a Colosio, en tono amenazante: «Te estás equivocando, Donaldo. Necesitas aliados, yo conozco a los buenos, ¿entiendes? Nada más acuérdate, la puerta de Los Pinos se abre desde adentro». El testimonio se consigna en la serie «Historia de un crimen: Colosio», estrenada por Netflix en la víspera del 25 aniversario de los hechos en una ratonera de Tijuana.
    «El hermano incómodo» —según calificó la revista Proceso a Raúl por los abusos cometidos antes y después de la presidencia de Carlos— depositó en Suiza 160 millones de dólares bajo un nombre falso, producto del narcotráfico y de la sustracción de recursos públicos, de acuerdo con las autoridades. Luis Donaldo Colosio Riojas es diputado local de Nuevo León por el Partido
    Movimiento Ciudadano. No quiere saber nada del PRI, cuya «nomencklatura» traicionó a su padre. Alfonso Durazo, uno de los colaboradores más cercanos de Colosio, es secretario de Seguridad Pública de AMLO. Los Salinas no han pagado sus culpas. El grito de «¡Él fue!… ¡Él fue!… ¡Él fue!» resuena en el país cada 23 de marzo. La muerte del PRI empezó en Lomas Taurinas.
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