La “momiza” en el poder

    Por Jesús R. Cedillo

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    Soy viejo. Hartas ocasiones lo he dejado por escrito en los generosos espacios donde se me publica regularmente. Y como soy viejo y siempre quise serlo desde que era un mozuelo, pues ahora lo presume grandemente. Y usted lo sabe si me ha leído en más de alguna ocasión, cosa que agradezco siempre, he querido ser viejo para parecerme a mi padre, el sastre José Cedillo Rivera. Ahora ya viejo yo, no lleno sus sacos de casimir y camisas perfectamente almidonadas que usaba con garbo y estilo. Soy viejo y con poco talento para las letras, pero me afano tanto en mi tarea milimétrica, como él lo hacía ante su aguja, sus telas y su máquina de coser. Tengo 55 años y ya me jacto de ser viejo. Bueno, tengo menos, pero lo redondeo para abonarle una pizca más de vejez a mi vida. Nunca me interesó ser joven. Y cuando era niño, pues sólo deseaba crecer y leer los enormes libros que mis hermanos llevaban a la preparatoria. Por aquellos años me leí un grueso tomo de química orgánica de la cual, no recuerdo nada. Aunque la cursé (y la reprobé, pero luego la pasé en examen extraordinario), en el Ateneo Fuente.

    Ser niño afortunadamente se cura más o menos rápido. Es cuestión de madurez. La enseñanza de la Biblia es clara al respecto. Mucha gente dice una de las muletillas más estúpida (todas las muletillas son para gente normal), como si fuese una feliz gracejada: “sé de nuevo niño, saca al niño que traes dentro.” Puf, nada más infame y pedestre que eso. Dice la Biblia (si usted cree en ella, claro), específicamente en la 1ª epístola de Pablo a los Corintios13.11, se lee a la letra: “Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño; más cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño.” Caramba, crea usted o no en la Biblia, la enseñanza es tal cual la de un filósofo como Demócrito, Frederick Nietzsche o Emile Cioran: hable como hombre, piense como hombre, juzgue como hombre. Por eso y rápido, dejé de ser niño.

    Soy viejo. Nada de ser “adulto mayor”, “adulto en plenitud” y esas barrabasadas de las nuevas generaciones. Son términos eufemísticos, tal vez hasta jurídicos, pero lejos de la vida real y literaria. Uno es viejo, se acabó. Y viejo viene del latín “veclus”, “vetulus”; es decir, de cierta edad, y claro, más atrás, de “vetus”, viejo. Trate usted de encontrar una buena definición de “adulto mayor”, “adulto en plenitud” en los Diccionarios. Puf, no la hay. Pura ignorancia y el temor a las correctas palabras y lenguaje. Y llegamos al punto de la cuestión: a estas alturas de mi patética y bien vivida existencia, aún me sigue maravillando todo, todo lo cual se atraviesa a mi paso y sí, me doy cuenta de que todo tiempo pasado fue mejor y que estoy rodeado de jóvenes sin futuro, los cuales habitan eso llamado “generación o generaciones sin lenguaje.”

    Pocos o nadie recuerdan que (cito de memoria, espero no equivocarme, eso de Internet no se me da) hace apenas años, en el 2004, cuando era Jefe de Gobierno del DF el que ahora va a jurar el cargo como Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (1 de diciembre), éste condenó una gran marcha de ciudadanos (más de un millón) que le recriminaban agriamente que el Distrito Federal estaba convertido en la ciudad más insegura de México y con mayor índice de secuestros. Cuando en ese entonces se le preguntó de su opinión de dicha protesta, AMLO dijo: era un reproche de “pirruris.” Así la definió, así la descalificó. Eran “pirruris.” Lo cual es sinónimo de ser “fifí” o sinónimo de asistir a una boda “fifí” o “popof.”¿Si sabe usted lo que significan o no?

    Para mí, que estoy viejo, con esta terminología de barrio bravo crecí. La entiendo perfectamente, aunque sea hoy lenguaje de dinosaurios (claro, como lo es AMLO y sus claques). No hace mucho tiempo en estas desangeladas tierras donde todos los niños y jóvenes se suicidan a puños por no tener ni satisfactores ni distractores a la mano, cuando gobernaba el villano favorito de los coahuilenses, Humberto Moreira, y al llegar ciertos cuerpos policiacos a la región, dijo que habían llegado “los federicos.” En traducción directa al cristiano es: habían llegado los de la Policía Federal. Cuando el mismo Humberto Moreira traía en su agenda el buen plan de comprar el Casino de Saltillo para entregarlo a eso que el llamaba “gente”, hablaba de quitárselo a los “ricardos” del pueblo. ¿Si lo entiende verdad?

    Hubo un tiempo en que las momias estuvieron de moda (siempre lo están, pero ahora ya no inspiran ni dan miedo; lo de hoy es cosa más sanguinaria como el comer carne humana, película “Voraz” o de plano, ser un zombi. Cosa que aquí en Coahuila es un 90% de la población). La primera aparición importante de una momia fue en una novela, claro, “La joya de las siete estrellas” de 1903, si mi memoria no me falla, y como no, texto de Bram Stoker. A partir de ello, las momias brincaron al cine en hartas cintas, incluyendo una de “El Santo contra las momias.” Las momias de Guanajuato se volvieron tan famosas como las momias de Egipto. Las momias brincaron también a los comics de Marvel (historietas les decíamos entonces), a series de televisión y claro a la jerga populachera de este México nuestro. Todo mundo hablaba de “la momiza”, término utilizado para definir o referirse a las viejas generaciones… como Andrés Manuel López Obrador y su lenguaje de dinosaurio.

    Hoy “la momiza” ha llegado al poder. Caray, y yo leyendo y preparándome para escribir mejor. Puf. La pura pinche ignorancia domina hoy.

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