El pecado de AMLO

    Por Gerardo Hernández González

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    Los 30 millones de mexicanos que sufragaron por Andrés Manuel López Obrador lo hicieron por un cambio radical, de lo contrario, habrían optado por los candidatos del PAN o del PRI cuya votación conjunta fue 8.2 millones inferior a la de la coalición Juntos Haremos Historia. El triunfo del líder de Morena lo propiciaron el gobierno de Enrique Peña Nieto, plagado de corrupción y dominado por la hybris, un tripartidismo venal y complaciente, unas élites económicas adueñadas del poder y unos medios de comunicación sin compromiso democrático y social, interesados más en los negocios con el gobierno que en su función de informar,
    investigar y denunciar los abusos de autoridad.
    López Obrador asumirá la presidencia el 1 de diciembre con mayor legitimidad que ninguno de sus predecesores y sin ataduras ni compromisos visibles con los gobernadores ni con los poderes fácticos a los cuales Peña Nieto debe la presidencia y a cambio les entregó el país; de ahí la insistencia de AMLO en reasumir el mando del país. Gobernadores, como los Moreira en Coahuila, que endeudaron a sus estados y fomentaron la corrupción, la violencia y la impunidad en grados escandalosos, recibieron protección de EPN, pero los ciudadanos se
    cobraron en las urnas. La votación del PRI se desplomó 11.5 millones de votos
    con respecto a 2012.
    La alternancia rompió el esquema de impunidad en Veracruz y Quintana Roo, pero aun en prisión los exgobernadores Javier Duarte y Roberto Borge son protegidos desde Los Pinos, la PGR y los tribunales para recibir sentencias leves pese a la gravedad de sus delitos. La misma complicidad le ha permitido a César Duarte evadir la justicia. El exmandatario de Chihuahua forma parte de la trama para desviar recursos del erario a campañas del PRI en 2016, durante la presidencia de Manlio Fabio Beltrones. AMLO ha ofrecido acelerar los trámites
    para su extradición.
    Los votos por López Obrador no procedieron solo del sector de menores ingresos y escolaridad, sino de una sociedad hastiada de la corrupción, castigada por la incompetencia gubernamental, agraviada por la soberbia de la clase política y empobrecida por un capitalismo voraz. AMLO es uno de los abanderados contra el neoliberalismo, movimiento que ganó terreno con el fin de la Guerra Fría y ha disminuido la participación del Estado en la política y en la economía a niveles peligrosos para la democracia, lo que explica el resurgimiento de los populismos de derecha (Estados Unidos, Brasil, Francia) e izquierda (Reino Unido, México).
    Para el lingüista y politólogo Noam Chomsky —“el mas importante de los pensadores contemporáneos”, según The New York Times —, “el neoliberalismo de los últimos 40 años ha sido un desastre para la mayoría de la gente”. En el sexenio de Salinas de Gortari, la privatización de bancos y paraestatales benefició a oligarcas y políticos, no a la población; lo mismo sucede con las reformas de Peña Nieto, pactadas por el PRI, el PAN y el PRD. El gobierno prometió reducciones en los precios de la electricidad y las gasolinas, pero hoy son más caras para la industria y los consumidores domésticos. También creció la pobreza
    y el sistema de salud colapsó. La indignación y la impaciencia ciudadana se expresaron el 1 de julio. El mensaje es inequívoco: el país debe cambiar y el único confiable para lograrlo —desde la presidencia y el Congreso donde tiene mayoría — es López Obrador. El tiempo dirá si fue para bien o para mal.
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