Guadiana y los Moreira

    Por Gerardo Hernández González

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    La audacia y la incorrección política le permitieron a Armando Guadiana convertirse en senador, en la figura más influyente de Coahuila después de Miguel Riquelme y en el principal aspirante a sucederle. “Si las elecciones fueran hoy, yo ganaría”, dice sin atisbo de duda. Sin embargo, en 2023, cuando los coahuilenses concurran nuevamente a las urnas para nombrar gobernador, tendrá 78 años, por eso acota: “Si tengo el mismo vigor de hoy, volveréa ser candidato”. En el proceso anterior lo fue por Morena y captó 151 mil votos; en julio pasado, con 493 mil, dejó fuera del Senado al cincuentón Guillermo Anaya (PAN) y al cuadragenario Jericó Abramo Masso (PRI).

    Guadiana —como López Obrador— no ganaría un concurso de oratoria, de imagen ni de simpatía, pero el olfato y el instinto los tiene bien desarrollados. No se va por las ramas como los políticos que, aun traicionados, prefieren agachar la cerviz y mostrar “disciplina” e “institucionalidad”, en busca de aceptación y nuevas oportunidades, sin reparar en el costo que su falta de valor y respeto porsí mismoscomporta frente a un electorado crítico y pendiente de sus actos. “A los Moreira (Humberto y Rubén), ni perdón ni olvido”, dice acerca la megadeuda y las masacres en Allende, en el penal de Piedras Negras y en la Comarca Lagunera. El clamor social de justicia solo puede ser satisfecho mediante el castigo a los responsables y la reparación del daño, advierte.

    El senador debe su alta votación a López Obrador, pero también a su desparpajo y constancia. Mientras Anaya brillaba por su ausencia —quizá atenido a las encuestas y a la inercia de la elección para gobernador, en la que obtuvo 452 mil votos, 300 mil más que su rival de Morena— y Abramo hacía una mala lectura del momento, lidiaba con una pésima compañera de fórmula, Verónica Martínez, y con traiciones de liderazgos del PRI interesados en eliminarlo de la temprana carrera por la gubernatura, Guadiana, como en la fábula de la liebre y la tortuga, no aflojaba paso. Se concentró en Saltillo y Torreón sin descuidar el resto del estado. Los últimos en las encuestas fueron los primeros en las votaciones.

    Después de las entrevistas con los vencidos —Anaya y Abramo—, faltaba la charla con el ganador; igual, sin previo aviso, antes del primer sorbo de café. Ninguno rehusó. Los perdedores por lo regular hacen mutis, acaso por vergüenza; y a los vencedores, la mayoría de las veces les gana la soberbia. Pero unos y otros tienen cosas que decir; y los ciudadanos, derecho a saber cómo reaccionan y qué piensan, cuáles fueron sus errores y por qué ganaron o perdieron. La intención de esta serie ha sido justamente esa: escuchar a los triunfadores sin ignorar a los derrotados.

    Guadiana es un caso atípico. Retirado de la política hace más de cuatro décadas para dedicarse a los negocios, luego de ser diputado en la 46 legislatura local (segunda en el gobierno de Eulalio Gutiérrez Treviño), volvió a la escena para denunciar la corrupción de los Moreira cuando todo el mundo les rendía culto. Renunció al PRI y apoyó la segunda y tercera candidaturas de Andrés Manuel López Obrador. Hoy, como senador de la república y aspirante al gobierno del estado, su compromiso con los coahuilenses es combatir la corrupción. En los casos del moreirazo, las violaciones a los derechos humanos y las empresas fantasma, “ni perdón ni olvido”, sentencia. ¿Cumplirá?

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