Santa Elba Esther

Por Jesús R. Cedillo

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Entregar el poder ciego y brutal, como ha pasado en esta pasada elección presidencial, al darle todo el poder al  crucificado de Andrés Manuel López Obrador y su movimiento político Morena, ya tiene costos impensables para el país. Costos políticos por el momento; luego se convertirán en costos sociales, económicos, de gobernabilidad y al final de la cadena, errores y lastres. Lastres que se creían abolidos y dejados en el pasado. No es así, no fue así. El cheque en blanco firmado por más de 30 millones de mexicanos y regalado a AMLO y su tribu (entre ellos, el flamante diputado de San Luis Potosí, “El mijis” ¿usted sabe su nombre? Este pandillero va a decidir en su futuro señor lector y usted y nadie más fue quien votó por esta suerte de saleros políticos), rápido ha venido a demostrar que AMLO es un viejo zorro de la política y de las venganzas y el cobrar afrentas pretéritas. Estudió, militó y gobernó con el PRI vaya, y ahora, todo eso lo utiliza milimétricamente.

Vayamos por partes para cuadrar este puzle de hoy y analizar a la santísima trinidad. AMLO lo ha programado bajó guión, toca su partitura de poder político con la batuta de quien se sabe intocable… por lo pronto. La sujeción  de los medios de comunicación es abyecta, los críticos han desparecido por completo y quien debería de su principal opositor (el PAN y el PRI, aún no salen de su sacudida en las urnas y no reaccionan), siguen recomponiéndose. ¿Qué hacer? Pues el crucificado sí sabe qué hacer y lo está haciendo muy bien: el día que exoneraron judicialmente a Elba Esther Gordillo (acusada de entre varios delitos, por lavado de dinero), la ex líder del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), luego de poco más de cinco años de encierro en enfermerías y hospitales, jamás realmente la cárcel, AMLO fue declarado Presidente electo. Se repartieron reflectores, vaya.

Este pasado lunes 20 de agosto (inicio también del ciclo escolar en el país), mientras los dos gabinetes presidenciales: el entrante (de AMLO y Morena) y el fracasado de Enrique Peña Nieto (los despojos que quedan del PRI en el Distrito Federal) se saludaban y apretaban manos y se deseaban felicidades para iniciar la entrega-recepción del Gobierno federal, sólo horas antes de dicho evento, Elba Esther Gordillo, salía radiante y siliconada como siempre. En mensaje a la nación, dijo “lo que viene plantearse con cuidado, sin obsesiones y sin odios… trabajando siempre por el bien de la patria, del pueblo.” Se lo voy a traducir al cristiano: Elba Esther viene de nuevo por el SNTE con permiso de AMLO (es su protector), trae la espada desenvainada y le va a cortar los huevos a los que la traicionaron políticamente. Juan Díaz de la Torre (actual líder del SNTE) debe de estar algo más que preocupado.

Ya no es Elba Esther Gordillo, la humilde maestra de pueblo que escaló todos los peldaños hasta llegar a ser la dueña del SNTE. No, ya no es tampoco la profesora a la cual tuvieron maniatada por cinco años y fracción en el PRI, al fincarlo cargos de sobra vistos, pero no probados judicialmente. Ahora es Santa Elba, la inmaculada, a quien el sólo contacto con la túnica del crucificado de AMLO, la ha convertido de colesterol malo, en colesterol bueno. Es Santa Elba. Por cierto, esta profesora de primaria tiene departamentos y casas en Polanco y en Las Lomas (ciudad de México). Dos residencias en San Diego, California. Según recibió una herencia de su mamá (profesora rural) de 143 millones de pesos en efectivo. Tiene una colección de arte de las más impresionantes en maestros latinoamericanos. Posee obras de Diego Rivera, Rufino Tamayo, Anguiano, Francisco Toledo; un Francisco Botero valorado en 800 mil dólares, al menos un cuadro del siglo XVII de 250 mil dólares. Amén de sus refinados gustos por el vestir que todos le hemos conocido, al pagar cuentas por 39 millones de pesos en la tienda “Neiman Marcus” de Miami (“El Financiero”, 2 de agosto).

Viene por el SNTE, su SNTE. Es decir, el regreso del viejo sindicalismo, de su poder bestial y apabullante que se creía sepultado y que ahora, AMLO revive para su uso político. Peña Nieto inició una reforma educativa que tenía tres o cuatro ejes sencillos. Pocos o nadie se enteró y menos lo apoyó: evaluar a los maestros; obligación de que los maestros se presentaran ante sus grupos a dar clases para luego, cobrar su sueldo. Selección de maestros por concurso de oposición. El más apto, sería contratado. Es decir, adiós a la herencia dinástica de padres a hijos de sus “plazas.” Es decir, algo sencillo que pasa en todo el mundo, vaya.

No más. AMLO dijo el pasado 20 de agosto, que tiraría la reforma educativa. En cristiano es lo siguiente: el SNTE y la CNTE seguirán eternamente de “permiso”, votarán a lo pendejo por todo lo que diga AMLO y así ellos, cobrarán sus sueldos sin dar clases, sin educación de calidad y vaya, a quién le interesa eso si los que votaron por AMLO son una bola de palurdos e iletrados. AMLO quiere claques, no gente inteligente. Y como se trata de  fortalecer lo antiguo, eso que le criticaban al PRI, llega desde el exilio, Napoleón Gómez Urrutia, el inefable “Napito”, líder del Sindicato minero que les escamoteó a los suyos 55 millones de dólares.

Santa Elba y San Napito, con su Dios padre: AMLO. La divina trinidad en pleno.

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