¿Un México posible? 1/2

    Por Jesús R. Cedillo

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    Tenía varias semanas sin saludar a mi amigo, el empresario Miguel Ángel Wheelock. Compromisos de su empresa y su participación en las campañas políticas del PAN, partido al cual pertenece, hacía difícil ajustarme a su agenda. Yo siempre puedo, no hago nada o muy poco de valor, salvo mis recurrentes viajes a buscar la chuleta a diversas partes de México. Pero insisto, pasaban los días y no coincidíamos. En un día pasado, cualquiera, me marcó a mi desvencijado celular (pieza de museo) y en media hora ya estábamos apoltronados en un restaurante disfrutando de una copa de vino tinto y unas buenas botanas para bastimentarnos y platicar las aristas de la vida y política comarcana. Con Wheelock platico de eso llamado vida. A este hombre se le da la mercadotecnia, el negocio, la buena vida…

    De un tema a otro, tratamos de arreglar el mundo como Dios manda en este tipo de tertulias. Ese día, Miguel Ángel me trajo un libro de regalo bajo el brazo: “Un México posible. Una visión disruptiva para transformar a México.”, de la autoría de José Antonio Fernández y Salvador Alva, para editorial Debate. El primero usted lo sabe, es el Presidente del Consejo de Administración de Fomento Mexicano SA (FEMSA) y del Consejo Directivo del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM) y el segundo, Salvador Alva, es Presidente del mismo ITESM. No olvide estos datos por favor en este par de columnas.

    De aquí el título de esta columna, no afirmación, sino cuestionamiento, pregunta. La obra tiene poco más de 150 páginas. Se lee de una sentada. Es ligera, es una especie de ensayo económico como los tiempos en que vivimos hoy: es un libro deslactosado, descafeinado, sin gluten, libre de grasa, colesterol e inteligencia. Es sólo un alegato fluido y sin rigor, sobre las benignas políticas de libre mercado (explotación laboral), la creencia de que gente “positiva” es lo que se requiere en México para crecer, la creencia de que la velocidad (de las nuevas tecnologías) de hoy, son el sino a perseguir y que el destino de atiborrar (hacinar a los obreros y “gerentes” de Oxxo en condominios verticales) ciertas ciudades, es lo más saludable, rentable y “divertido.” Lo juro, así lo escriben: “ciudades divertidas.”

    Para Fernández y Alva, no hay humanos, sino homo-claves (ante el patrimonio, IMSS, impuestos, etc.), emprendedores y empresarios que tienen talento, pero a los cuales hay que apoyar, para que sean consumidores y a la vez, generen más productos, rentabilidad y procesos de consumo. Para estos ejecutivos no existe la proliferación de la masa urbana y esos sentimientos conocidos como soledad, tristeza, depresión, desdicha, ira siempre ha punto de explotar, desinterés, timidez…

    Si, esos sentimientos que florecen en cualquier humano en cualquier ciudad mediana, pero que nadie supo mejor retratar que ese escritor triste y melancólico, Juan Carlos Onetti. Ya luego, y aquí en México, esa migración del campo a la ciudad, haría crecer a personajes violentos, sentimentales y retraídos (taimados, de plano) de José Revueltas. O bien, serán también los oficinistas de Mario Benedetti o el México de hoy, preñado de espanto y terror (los decapitados a puños) en los textos de Sergio González Rodríguez. Todo esto es ausencia en el texto económico que es una buena colección de frases hueras por parte de Fernández y Alva, del tipo motivacional de Og Mandino, Drucker, Yordi Rosado, Carlos Cuauhtémoc Sánchez, Jack Canfield o Mark Victor Hansen. Estos últimos autores de un libro para “líderes” de Oxxo y señoras olvidadas en casa, “Caldo de pollo para el alma.”

    ¿De quién son las siguientes frases, de qué autor son los siguientes disparates positivos? “(el libro) tiene el propósito de formular una visión de país… para motivar a un diálogo inspirador sobre el México que podemos y queremos llegar a ser.” “En el siglo XXI, algunos de los diferenciadores más importantes serán la cultura y la energía positiva de su sociedad.” “Lo que nos falta, y en lo que todos deberíamos estar más preparados que nunca, es la voluntad de generar valor económico…” “Busquemos apasionarnos y entregarnos 100% para ser protagonistas y constructores de un nuevo mundo.” Frases de este tipo, “motivacionales”, lo que eso signifique, no tienen fin y son ubicuas en el texto. Filosofía para sirvientas u obreros de Oxxo, vaya.

    En la vida rosa y perfecta que estos cresos describen y quieren para México, el campo es un lastre y sólo las ciudades “divertidas” y verticales (una y otra vez ponen como ejemplo las ciudades que conocen y admiran: Singapur, Israel, Japón… ¿Por qué no van a Apodaca o Torreón?) conectadas perpetuamente a Internet, serán las disfrutables. Estos abogan en eso que el Papa Francisco ha alertado como humanos nacidos para la “cultura del descarte.” Ellos así lo escriben, en su jerga para gerentes de Oxxo (“líderes”, les dicen. Líderes que no pueden solucionar ni un problema si no hay “sistema”): “El líder dedica sólo el día a los problemas a corto plazo… el cuidado de los valores implica recordarlos todo el tiempo y sancionar o corregir cuando éstos no son respetados, y hacer lo que sea requerido con esta finalidad, sin importar si eso significa la expulsión de un miembro…” (Pág. 139).

    “Líderes” que es sinónimo de obreros o simples lectores de códigos de productos. Expulsarlos, descartarlos…  Continuará.

     

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