El Nobel y el caudillo

    Por Gerardo Hernández González

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    La animadversión de Mario Vargas Llosa por el populismo explica su recelo hacia López Obrador. El Nobel de Literatura apoyó la revolución cubana en sus inicios, pero al devenir dictadura la combatió sin concesiones, mientras otros escritores del boom latinoamericano la consentían. “A Fidel Castro no lo absolverá la historia”, declaró tras la muerte del líder comunista, en noviembre de 2016. En su columna Piedra de Toque critica con igual rigor al presidente estadounidense Donald Trump que al boliviano Evo Morales y al nicaragüense Daniel Ortega, como antes lo hizo con Rafael Correa, de Ecuador, y Hugo Chávez, de Venezuela, y ahora con su sucesor Nicolás Maduro.

    Vargas Llosa (82 años) es uno de los escritores más lúcidos y comprometidos con la libertad y los derechos humanos. De su novela Conversación en La Catedral, la pregunta de Santiago Zavala “¿en qué momento se jodió el Perú?”, hoy se aplica a México, sumido en la corrupción, la violencia y el desgobierno. En 2009, en plena euforia chavista, se metió en la boca de lobo junto con el historiador Enrique Krauze y Jorge Castañeda —coordinador estratégico del candidato presidencial de Ricardo Anaya—, con motivo de un foro sobre libertad y democracia en Caracas, en el cual participaron autores de América Latina.

    Chávez retó a los intelectuales “de la derecha” a debatir por televisión con los “progresistas”, pero al final se retractó. El argumento fue que Vargas Llosa no estaba a su nivel. “(Chávez) jamás ha aceptado debatir con nadie. (…) Si el presidente sólo puede debatir con presidentes, ¿para qué nos invita a debatir o a discutir?”, replicó el peruano-español (El País, 29-05-09).

    Vargas Llosa no es indulgente con ninguna dictadura, y menos con la cubana: “Eligiendo el modelo soviético, Fidel Castro se aseguró en el poder absoluto por más de medio siglo; pero deja en ruinas y un fracaso social, económico y cultural que parece haber vacunado de las utopías sociales a una mayoría de latinoamericanos que, por fin, luego de sangrientas revoluciones y feroces represiones, parece estar entendiendo que el único progreso es el que hace avanzar la libertad al mismo tiempo que la justicia, pues sin aquella esta no es más que un fugitivo fuego fatuo”, publicó en Piedra de toque (10-12-16) tras el deceso del tirano.

    En 2011, el autor de El llamado de la tribu, su obra más reciente, contribuyó a la derrota de Keiko Fujimori —hija del expresidente Alberto Fujimori—, por significar “el retorno de la dictadura que gobernó el país en la década de los 90”. El ya para entonces Nobel de Literatura promovió el voto por Ollanta Humala, a quien antes había combatido por sus posiciones radicales. Posteriormente, apoyó

    a Pedro Pablo Kuczynski, cuya contrincante fue también Keiko Fujimori. Ambos lo decepcionaron. Humala y su esposa, Nadine Heredia, estuvieron entre rejas por el caso Odebrecht, y Kuczynski renunció a la presidencia por haber recibido dádivas de la constructora brasileña. (En México, los funcionarios sobornados por la firma permanecen impunes.)

    Vargas Llosa ha vuelto a clavar los ojos en nuestro país, ahora con motivo de la elección del 1 de julio. La presidencia de López Obrador “podría empujar a México a un desastre, no a una catástrofe como Venezuela, pero con consecuencias muy negativas para América Latina”, declaró a la agencia EFE. AMLO se formó políticamente en el PRI —dijo—, “es decir en la demagogia, el populismo, la irresponsabilidad, en confundir los deseos con la realidad” (Proceso, 04-05-18). Por lo tanto, pidió al país mirar “lo que pasa en Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia y vean adónde puede conducir la irresponsabilidad electoral”.

    AMLO ha respondido con cautela. “(Vargas Llosa) es buen escritor, pero un mal político, (esa) es su forma de pensar”.

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