Layún y el Sevilla derrotan al Real Madrid

0
1221

Un Real Madrid sin nada que perder o ganar cayó 3-2 ante el Sevilla de Joaquín Caparrós. Una victoria en la que el defensor mexicano Miguel Layún fue clave, al marcar un gol al conjunto blanco.

Sin demasiado fútbol, pero con actitud e intensidad, con el juego directo que hizo de oro Ben Yedder, un barrilete cósmico en la pugna con Vallejo, tan tierno como las películas de Disney, tan blando como se comprobó aquella noche de la Juventus. Seguía moviendo las mandíbulas el entrenador utrerano, agitado por la banda, transmitiendo todo su empeño a su disciplinado equipo, que no hizo demasiado salvo ganar.

Por lo visto, no hay interés por el segundo puesto. Y es lógico, es el mismo fracaso en distinto escalón. El Madrid, que había dejado medio equipo en la capital y tenía al Castilla en el banquillo, dimitió tras ver a un rival fogoso que en los primeros minutos tenía más faltas que pases y que después, ante su pasividad, se mostró efectivo y contundente, mortal. El asunto es sí su imagen de campeón, pese al maquillaje final con los goles de Mayoral y Ramos, que tiró dos penaltis y metió solo uno, se puede permitir noches así.

El efecto Caparrós es un hecho. Sí el Sevilla no juega a nada, da exactamente igual. No le pidan maravillas al entrenador que recogió al equipo hecho un solar, tras una terrible racha de nueve partidos a la sombra, sin una victoria. Muy decaído. Sin gol. El plan era sencillo. Esperar su ocasión, tener mucho orden, rascar pierna siempre que se pudiera (con Mateu de árbitro es una buena decisión, ya saben) y aguardar el desplome del Madrid, que era cuestión de tiempo, tan inoperante e inofensivo como en sus peores días. El partido le sobraba. Ni siquiera disimuló hasta que no lo vio todo perdido.

Zidane lo hizo muchas veces, especialmente la temporada anterior, pero en esta ocasión no consiguió activar a su equipo B en el intento de abordaje al segundo puesto de la clasificación. Tenía tres grandes futbolistas en el centro del campo, Casemiro, Kovacic y Ceballos, sin que ninguno acertara a coger el timón. Ir a la deriva era lo más fácil. No es el trabajo de Case, el croata se enreda demasiado su jeroglífico (¿pasó o la llevo?) y al exbético, silbado en el Pizjuán como Sergio Ramos, le sobran adornos. La conexión entre Lucas Vázquez y Asensio no era tan prolífica como de costumbre y Benzema sin Cristiano es Sancho sin Don Quijote, un personaje sin demasiado contenido.

El Sevilla no había hecho apenas nada, salvo contener a su rival, confundido con mil pases sin profundidad. Un pelotazo de Pareja acabó en la cabeza de Muriel, que pegó un brinco por encima de Vallejo. La jugada dejó en mal lugar al central aragonés. La prolongación del colombiano acabó en las botas de Ben Yedder, magnífico en la conducción. Custodió la pelota con su corpachón ante la llegada de Sergio Ramos y después batió a Casilla, que no está para muchos milagros. Keylor puede estar muy tranquilo. Era el minuto 25.

El Madrid no había tirado a puerta y apenas lo hizo en el primer tiempo. El gol justificó tanto al Sevilla que se animó a hacer algo más. Descubrió que se podía pasar la pelota con frecuencia, que quizá no le hacía falta tanto repliegue y que el campeón de Europa era vulnerable con muy poca orfebrería. Fue otro pelotazo el que terminó con la tibia resistencia madridista, que tenía la pelota para no saber qué hacer con ella. Vallejo volvió a dudar y varios rebotes, pese a la carrera de Theo, acabaron en Layún, que marcó a puerta vacía. Muy afortunado, sí, pero al menos el equipo andaluz se había interesado más por el triunfo.

Salió con otra cara el Madrid tras el descanso. No era demasiado complicado. Le puso algo más de actitud. Buscó más la portería de Soria sin ser demasiado profundo, pero con insistencia, con el desborde de Lucas Vázquez. Tuvo la oportunidad de subirse al partido a las bravas, pero Sergio Ramos, que hizo dos paradiñas como si quisiera darse más importancia, falló el penalti que hizo Vázquez al delantero gallego para frenar su eslalon. Sigue la cruz del central de Camas en su adorado Pizjuán.

El Sevilla, con más espacios y más urgencias de su oponente, jugó algo mejor, especialmente Ben Yedder, muy inspirado en la conducción de los ataques sevillistas, cada vez más numerosos para comprobar que sí, que el Madrid tenía portero. Casillas acertó ante Muriel y después se la sacó a Sandro.

Lo que siguió hasta el final fue un ejercicio de impotencia del equipo de Zidane, que intentó adecentarse sin éxito mientras en el Pizjuán empezaban a pasar esas cosas que suceden allí, balones sueltos para perder tiempo. Ramos se metió otro gol en propia puerta, como en la temporada anterior, para redondear un aplastamiento que después matizaron Mayoral y Ramos, con otro penalti. En fin, volvió Caparrós.

Con información de MARCA

Comentarios de Facebook