Crónica de una derrota

    Por Gerardo Hernández González

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    Enrique Ochoa, el peor líder del PRI, fue impuesto por Los Pinos para manejar la campaña presidencial más complicada en sus 89 años de historia. Otro reflejo de la soberbia gubernamental y de su incomprensión de la realidad de un país encaminado hacia la tercera alternancia. La defenestración tardía de este político anodino y burócrata mediocre anticipa la derrota del candidato de la coalición José Antonio Meade, a quien Andrés Manuel López Obrador, de la alianza Juntos Haremos Historia, aventaja ya por 31 puntos porcentuales, según la más reciente encuesta de Reforma (02-05-18).

    Ricardo Anaya, de Por México al Frente, recuperó cuatro puntos porcentuales con respecto a abril, para ubicarse en 30% contra 48 de AMLO, y se confirma como el único competidor capaz de plantar cara al fundador de Morena. Meade retrocedió un punto en la intención de voto (de 18 a 17%). El candidato del PRI, cuyo mayor activo en el servicio público consiste en no guardar cadáveres en el clóset (de corrupción o de otra índole), es arrastrado irremediablemente por el desprestigio del gobierno y su partido. Pues a pesar de la guerra sucia contra AMLO y Anaya, la peor imagen es la de Meade (43%), de acuerdo con la muestra.

    Ochoa deja un PRI dividido y en agonía. Además de despreciar a la militancia de base y a liderazgos tradicionales, los tecnócratas los humillaron: adulteraron los estatutos para nombrar un candidato externo, sin trayectoria y con ribetes de panista. Ochoa, quien obtuvo 18 concesiones de taxis en Monterrey con un domicilio de San Nicolás (Reforma, 27-03-18), cobró una indemnización como director de la CFE que no le correspondía y fue denunciado por no pagar a trabajadores que construyeron su “casa blanca” en el club de golf Altozano de Morelia, pudo sortear revueltas causadas por su arrogancia y falta de oficio. La gota que colmó el vaso fue la malograda campaña de Meade, la cual, a estas alturas, es irreparable.

    La designación de René Juárez como sustituto de Ochoa es también un reconocimiento al fracaso de la tecnocracia para dirigir un partido entre cuyos líderes figuran generales, ideólogos, políticos de primera línea y presidentes de la república, y una campaña presidencial perdida de antemano. Juárez representa el regreso de la política al partido fundado por Calles en 1929: ha sido alcalde de Acapulco, diputado federal, gobernador de Guerrero, senador y subsecretario de Gobernación en la gestión de Miguel Osorio Chong, el priista con mayor apoyo para ser presidenciable, lo cual representa otro mensaje. Igualmente, tardío ante la debacle por venir.

    Mala noticia también para el exgobernador Rubén Moreira, secretario de Organización del PRI, quien, fiel a su estilo, antes del relevo de Ochoa cabildeó en los estados para ser su reemplazo. Otro Moreira en la presidencia del CEN hubiera sido suicidio en lugar de muerte natural. Ambos —Moreira y Ochoa— serán diputados plurinominales en la próxima legislatura, en la cual su partido será minoría. La encuesta de Reforma refleja el ánimo del país: 79% piensa que “debe cambiar el partido en el Gobierno”. El dato es consistente con el 78% que votará contra el PRI (48 por AMLO y 30 por Anaya). Solo el 15% opina que el PRI debería permanecer en Los Pinos. La preferencia por Meade es de 17%. El despido de Ochoa es continuación de la crónica de una derrota anunciada.

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