Gula y lujuria 2/2

    Por Jesús R. Cedillo

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    Gula y lujuria van de la mano. Más en este especial tiempo de pascua y Semana Santa recién terminada. El apetito y el sexo, son motores de la historia. Nadie lo duda. En la colaboración pasada vivimos y citamos al Santo Patrono de Aracataca, Colombia, Gabriel García Márquez, quien en su novela, “El otoño del Patriarca” y en su personaje de su matusalénico Dictador, éste solía acercar a las lolitas tropicales de un Colegio vecino a su Palacio florido, con estratagemas culinarias hoy impensables para los puritanos de imaginación y chatos de miras y experiencias placenteras.

    El tirano seducía a estas ninfetas de “uniforme azul de cuello marinero y una sola trenza en la espalda… nos llamaba, veíamos sus ojos trémulos, la mano con el guante de dedos rotos que trataba de cautivarnos con el cascabel de caramelo… me esperaba sentado en el heno con una bolsa de cosas de comer, enjugaba con pan mis primeras salsas de adolescente, me metía las cosas por allá antes de comérselas, me las daba de comer, me metía los cabos de espárragos marinados con la salmuera de mis humores íntimos, sabrosa, me decía, sabes a puerto, soñaba con comerse mis riñones en sus propios caldos amoniacales…”

    Gula y lujuria van de la mano. Y sí, todo mundo lo recordamos, mamamos del pezón de la madre por sobrevivencia primero. Ya adultos, por placer y goce. Esto forma parte de nuestro alfabeto. Claves de nuestro alfabeto. Infantes, nos acercan el pezón y dejamos de chillar. Adultos, chillamos cuando este amado pezón y pecho redondo está ausente en las noches más altas. De todos es sabido, los griegos y romanos eran grandes hedonistas, consideraban el placer como el fin supremo de la existencia. Grandes banquetes y ordalías se sucedían sin cesar. Eran mejores tiempos. No había pecado qué perseguir. Luego, llegaría la imposición de Constantino, el Grande y se adoptaría la religión católica como única y oficial del imperio… el mundo dejó de ser agradable y libre, para convertirse en un mundo punitivo, de expiación, un verdadero valle de lágrimas donde las almas (nosotros) tenemos que hacer buenas obras y méritos para ganar el paraíso, el cielo.

    Desde entonces siempre hay frutos y comidas afrodisiacas y prohibidas no pocas veces en la historia de la humanidad. El fruto prohibido siempre le ganará la partida a la templanza. Pecar es humano. La perfección es divina. Lo prohibido, entonces, tiene que ver con los sentidos. Los cinco sentidos. La sierpe tentó a Eva con un fruto prohibido, la sedujo y por extensión, sedujo a Adán. Sedujo a ambos. Lo prohibido, el pecado ha llegado por el apetito, por la gula; lo prohibido está íntimamente ligado a los placeres de los sentidos, de la carne. De aquí entonces dos pecados capitales atractivos, ubicuos, vedados; pero al final de cuentas, tan a la mano, que todos caemos en ellos, placeres de la carne ambos, insisto: la lujuria y la gula.

    Hay una extraña lista antigua de hierbas prohibidas por ser afrodisiacas, proveniente del Convento de las Hermanas Descalzas de los Pobres (o de las Hermanas Voladoras de Papantla, da igual. En todos lados hay algún Convento con este desgarrador título). Entre éstas figuran: la albahaca, la alcaparra, el estragón, el curry (mezcla de varias hierbas), la canela, el azafrán, el anís, el comino, el jengibre… cuando se trata del amor y el erotismo, todo es un afrodisiaco. Tan es así, que el poeta Pablo Neruda, anclado en tierra, lo sabía y dejó escritos varios textos memorables en su portentosa y vasta obra poética y narrativa.

    En su muy leído libro de “Odas elementales”, de la cebolla escribe: “Cebolla,/ luminosa redoma,/ pétalo a pétalo/ se formó tu hermosura,/ escamas de cristal te acrecentaron/ y en el secreto de la tierra oscura/ se redondeó tu vientre de rocío.” ¿Ya notó la hibridación entre erotismo, gula, lujuria y el cuerpo femenino? ¿Este escritor todo lo ve con lujuria y sexo desmedido? No lo sé. Soy hombre y me gustan las mujeres. Veo un pan y creo ver formas femeninas. No soy el único. Pablo Neruda así lo escribe y describe en “Oda al pan”: “Pan,/ con harina,/ agua/ y fuego/ te levantas./ Espeso y leve,/ recostado y redondo,/ repites/ el vientre/ de la madre,/ equinoccial/ germinación terrestre…/ Pan,/ que fácil/ y qué profundo eres:/… creces, creces/ de pronto/ como cintura, boca, senos/ colinas de la tierra,/ vidas,/ sube el calor, te inunda/ la plenitud, el viento…”

    ¡A otros lectores con semejantes versos! Gula y lujuria. Sexo y alimentos. Regresaremos al tema pronto. Las campañas ya aprietan en el calendario local y nacional.

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