Messi y nada más

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Cuando Messi no está, el Barça juega con un 4-3-3 esencial y clásico y a Valverde ha dejado de importarle que Iniesta defienda por dentro. En los uno contra uno, Coutinho empezó superando a Mercado y Dembélé a Escudero. El fútbol sin Messi no es ni volverá a ser jamás lo mismo, pero tras el parón FIFA la Liga volvía con color e intensidad al Sánchez Pizjuán.

El Sevilla empezó ahogando al Barça con una presión muy alta y los azulgrana no lograban controlar el partido con su imperecisión en el ataque estático. Partido hermoso, vistoso, abril es el mes más cruel, engendra lilas de la tierra muerta. Suárez tuvo dos disparos venenosos que se fueron por poco. Coutinho brillaba en el desequilibrio. Correa, muy lento, tuvo medio gol pero estuvo tan lento -tanto- que Sergi Roberto pudo taparle cerrando las piernas. Fue un rechazo poco ortodoxo pero muy oportuno para recordarnos que hay que cerrar siempre las piernas si quieres asegurarte de que no van a colártela.

El Barcelona no andaba fino en su arquitectura técnica y el Sevilla llegaba con demasiada facilidad aunque con poco acierto. Blandengue defensa visitante. Un fallido puño de Ter Stegen y un cabezazo de Piqué como de las pastas secas que traen las tías cuando vienen de visita bien pudieron costarle al Barça el primer gol. Valverde lo fiaba todo al argumento del desequilibrio de Coutinho. Iniesta ayudaba. Los acelerones de Dembélé, con más potencia que sentido. El Sevilla, físicamente muy bien dotado para la ir y volver, amenazaba con sus transiciones verticales y rapidísimas. El Barcelona perdía demasiados balones y vivía demasiado lejos de la portería de Sergio Rico. Sin Busquets ni Messi, al Barça le faltaba el metrónomo para darle su ritmo, su tempo al partido. Bostezaba el argentino en el banquillo.

Y lo que tenía que llegar llegó, y Correa le entregó un balón franco a Vázquez, que absolutamente libre de marca en la frontal de la pequeña -lo de Umtiti, imperdonable- batió a Ter Stegen incluso rematando francamente mal. Alegría en el Pizjuán, cánticos en la grada de pura jovialidad.

La segunda parte empezó con el inteligente cambio de Mercado, amonestado, por Layún. Si Mercado hubiera continuado, Coutinho habría conseguido con toda probabilidad que le expulsaran. Y mucho más importante, con el segundo gol del Sevilla, obra de Muriel, con la colaboración involuntaria y leve, pero decisiva, de Umtiti. Muy mal el Barça, sin ninguna intensidad, sin ninguna idea, sin ninguna tensión. El virus FIFA y sus habituales destrozos en los azulgranas extendía su sombra sobre un equipo alicaído, desmesurado. Valverde llamó a Messi para arreglarlo. Antes, el Sevilla tuvo el tercero pero incomprensiblemente no lo consiguió. Casi tan incomprensible como la defensa rota del Barça, que le permitió a Navas plantarse solo ante Ter Stegen. Los peores minutos del Barcelona de esta temporada y los peores minutos de Umtiti desde que llegó. En el 57 Messi entró por Dembélé y el equipo volvió al instante al 4-4-2 y a un ritmo y a un vigor totalmente nuevos. Todo lo cambió el argentino con sólo decir “buenas noches, ¿cómo están?”. Pero de todos modos, Muriel volvió a tener y a desaprovechar el tercero.

Messi le devolvió la emoción al partido pero su equipo no estaba bien. El argentino se empleaba pero administrando el esfuerzo para no acabarse de lesionar. Ataque y gol barcelonista con más sensación de peligro que peligro real. El Sevilla buscaba el tercero a la contra y el Barça había recuperado el ritmo pero le faltaba la claridad.

Pero Messi es Messi y lo que este chico hace y hace hacer es prodigioso. Suárez marcó en el 87 y en el 88 el propio Messi empató.

Admirable Messi pero muy mal el Barça. ¿Fue un desastre aislado o el principio de una “pájara”? No sería la primera temporada que el Barça tira tras el parón de las selecciones.

Con información de ABC.es

 

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