La máquina de sueños

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    La prensa estaba invitada, pero no asistió. Dos carteles pegados a cada lado de la entrada invitaban a entrar al “Le Grand Café” de París, en el número 14 del Boulevard des Capucines. En ese lugar, un 22 de marzo de 1895, se presentó el Cinematógrafo Lumière, la gran innovación de los hermanos Auguste y Louis Jean Lumière.

    Ese día proyectaron “La Sortie de l’usine Lumière à Lyon”, o “La Salida de la Fábrica Lumière en Lyon”. Los 33 espectadores quedaron maravillados, entre ellos Georges Méliès, director de teatro francés y pionero del cine y quien dijo que: “En este espectáculo, nos quedamos todos sin habla, aturdidos, sorprendidos más allá de la expresión”.

    El cinematógrafo revolucionó al mundo y aunque es posterior a las artes que los griegos denominaron como tal –arquitectura, escultura, pintura, música, danza y literatura–, estoy seguro de que lo hubieran definido como el séptimo. El cine es ese espejo pintado al que hacía referencia el director de cine italiano Ettore Scola, un reflejo de la vida, una donde se llora y se ríe. Donde existen el amor y el desamor. La traición, el misterio, horror y el suspenso.

    De todo eso platicaba hace algún tiempo con Alfredo Galindo, productor, director y guionista y crítico de cine. El problema fue que en lugar de escucharlo y aprender, comencé a hablar y no me callé jamás –la historia de mi vida–.

    Pero Alfredo es muy generoso y me escuchó decirle que el cine es la excusa perfecta, la experiencia inigualable de entrar a oscuras en un mundo desconocido. Hablamos de actores, películas y directores de cine, y le confesé que soy sólo un cinéfilo aficionado y que voy tanto como puedo, como aquel otoño de 1977 cuando aún no cumplía siete años y me escapé para ver en el cine Diana, de Monclova, el estreno de “La Guerra de las Galaxias”.

    Le conté de mi gusto por “El Padrino” y “Kramer vs. Kramer”, un matrimonio que hace hasta lo imposible por destrozarse y lo consigue. Que también en Monclova pero en el cine Picasso ví “Lo que el Viento se Llevó”, y que aún retumba en mis oídos la frase: “Al fin y al cabo, mañana será otro día”. Que lloraba con “Nuestros Años Felices”, la historia de una relación con diferencias fundamentales: ella, judía y activista a favor de las libertades políticas; y él, nacido en medio de los privilegios de la alta sociedad norteamericana.

    La paciencia y amabilidad de Alfredo son enormes, pues yo seguía hablando y hablando hasta dar un salto a mi llegada a Saltillo en donde vi “Gandhi”, “La Fuerza del Cariño”, “Amadeus” y “El Último Emperador”. Le hablé de “Los Puentes de Madison” con Robert Kincaid diciendo a Francesca Johnson: “No quiero necesitarte, porque no puedo tenerte”, y la nostalgia que nos produce a quienes fuimos a los cines de antes, Totó y esa hermosa chica que rompe su corazón en “Cinema Paradiso”.

    Que no me gustó la versión completa del director, que alguna vez vi en Roma a lo que Alfredo respondió que ésa era la importancia de la edición en el cine. Lamento no haberle contado que fue con “Casablanca” que pude comprender que existen amores imposibles como el de Rick Blaine e Ilsa Lund, un amor que se sacrifica por un propósito superior: la gran causa de derrotar a los nazis.

    Lo que sí le mencioné orgulloso, y casi en un acto de presunción, fue mi colección de 78 ganadoras del Oscar a la Mejor Película, todas en versión Blu-ray, pero la lista está incompleta y sigue a la espera de que las películas ausentes estén en alta definición, entre ellas “Tom Jones”, “La Vida de Émile Zola”, “El Gran Ziegfeld”, “Cimarrón” y “La Melodía de Broadway”.

    Yo agradezco a Alfredo Galindo la generosidad de su tiempo, su paciencia con este aficionado desesperado por hablar de mi más grande pasión más allá de mi familia. Se salvó de mis imprudencias, de nuevo gracias al cine porque su afición por este arte es aun mayor a la mía y esa noche, salió disparado del lugar de reunión para ver el estreno de medianoche de la nueva cinta de Star Wars: “Rogue One”.

    Hoy que se celebra un aniversario más de la primera proyección pública del cinematógrafo –la maquina de sueños–, estoy seguro que Alfredo coincidiría conmigo en la magnífica equivocación que cometió Louis Lumière al creer que nadie se interesaría en algo que podia ver en vivo y decir que el cine “Es un invento sin ningún futuro”.

    @marcosduranf

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