Tan lejos de Dios

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    México es el vecino más cercano y más débil de los Estados Unidos, eso nos ha llevado a lo largo de la historia a muchas veces ser la víctima del barrio. La intervención estadounidense en 1846-1848 ocupa un lugar especial en nuestra memoria. Eso que muchos llaman la guerra –pero que en realidad fue una intervención militar– nos llevó a perder 1.3 millones de kilómetros cuadrados, casi la mitad de nuestros antiguos territorios –Utah, Arizona, Nevada, California, Nuevo México y Texas que antes había conseguido la independencia de México–.

    México, dividido por la mitad, se convirtió en un niño obediente en manos de Estados Unidos. Mientras tanto, los políticos estadounidenses seguían siendo fieles a las ideas del expansionismo anglosajón basado en la doctrina Monroe y las ideas del Destino Manifiesto acuñadas por John L. O’Sullivan, significando que los Estados Unidos fueron elegidos entre otras naciones para una misión divinamente inspirada en el mundo.

    Así que después de esa guerra, muchos comenzaron a tratar seriamente las palabras de O’Sullivan, y la desconfianza creció. Los años pasaron, y las prisas de la vida y hasta algo de exceso de confianza nos llevaron a olvidar o dejar de lado estos hechos que hoy conviene recordar. Y es que la lejanía histórica y geográfica de esos hechos dificulta la estimación de los daños infligidos a México por esa guerra y los logros geopolíticos logrados por los Estados Unidos.

    Así es como llegamos a la retórica de la campaña que Donald Trump empleó para desprestigiar a México, lo que ha provocado una ola de fervor patriótico en contra de la construcción de un muro fronterizo. El orgullo y la ira se levantan en la defensa de México condenando al nuevo Presidente de Estados Unidos y sus acciones y dichos que dan la espalda al orden mundial de la posguerra, con el mantenimiento de la paz en su centro.

    Y es que pocos países están tan integrados con la economía de Estados Unidos como México. Para muchos, la amenaza que representa el muro es muy cercana y se vuelve una más de las afrentas que los Estados Unidos y sus gobiernos han tenido en nuestra contra. Trump refuerza los estereotipos de los mexicanos como ciudadanos de segunda clase que habían comenzado a disiparse y que hoy el Presidente de ese país nos regresa a la brutal realidad: muchos en EU siguen sin querernos; con nosotros sucede lo mismo.

    Así que hoy, toda la relación con los Estados Unidos debe ser repensada. Eso incluye renegociar el TLCAN (Tratado de Libre Comercio de América del Norte), la “guerra contra las drogas” y una política de inmigración que ignora las condiciones en México que impulsan a la gente a través de la frontera. Está claro que a largo plazo, una economía fuerte que cree empleos en México es la mejor manera de reducir la migración. De la migración hacia los Estados Unidos nace de la necesidad y que, dada la opción, la mayoría de los mexicanos preferiría quedarse en casa si las oportunidades económicas aquí fueran otras.

    Es verdad que sólo los mexicanos somos, por supuesto, responsables de nuestro propio País, pero nadie en su sano juicio puede poner en duda la influencia negativa y positiva que ejerce nuestra vecindad. “Probablemente en ninguna parte del mundo hay dos países tan diferentes como México y Estados Unidos que viven uno al lado del otro”, escribió el reportero del New York Times, Alan Riding, y autor del libro “Vecinos Distantes: un Retrato de los Mexicanos”, una obra que vendió más de medio millón de copias y que expone la extraordinaria visión de un extranjero acerca de los problemas nacionales y de nuestra singular idiosincrasia.

    La difícil relación que históricamente hemos tenido, la desconfianza natural entre ambos países, está aderezada por la poca tolerancia que los norteamericanos han demostrado para tratar de entender a su “Vecino Distante”, aunque siempre han tenido una gran tolerancia para la explotación, en especial si de recursos naturales se trata.

    La geografía siempre nos ha obligado a jugar a la sombra de los Estados Unidos. Eso es aún más cierto hoy en día, así como son ciertas las palabras que suelen atribuirse al presidente mexicano Porfirio Díaz, pero que fueron escritas por el intelectual regiomontano Nemesio García Naranjo: “Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos”

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