No es lo mismo cabeza de vaca que cabeza de turco. El gobernador de
Tamaulipas, uno de los 10 sindicados de la Alianza Federalista, quiere
ponerse la segunda, pero la primera lo delata. Francisco Javier García Cabeza
de Vaca rindió este lunes su penúltimo informe en un ambiente fúnebre, no
de victoria. El panista dejará de tener fuero en menos de 20 meses, pues su
periodo fenecerá el 30 de septiembre de 2022. En el resto de su gestión
surcará aguas turbulentas, al margen del juicio en la Cámara de Diputados
solicitado por la Fiscalía General de la República (FGR) para procesarlo por los
delitos de delincuencia organizada, lavado de dinero y defraudación fiscal.
Las encuestas son espejismos. Un gobernador puede ser hoy el «non plus
ultra», a quien el 90% de la población le confiaría las llaves de su casa, y
mañana aparecer en la lista de «los 10 mexicanos más corruptos».
Después de la denuncia de la FGR, la aprobación de Cabeza de Vaca se desplomó 50%,
de acuerdo con un sondeo telefónico de Indermec, publicado mientras el
ejecutivo tamaulipeco se rasgaba las vestiduras ante el Congreso local, entre
gritos de «¡desafuero!… ¡desafuero!»:
«Jamás claudicaré ante la adversidad ni bajaré la guardia ante los ataques.
(…) No bajaremos la cabeza ante un gobierno que quiere imponer la sinrazón.
(…) No retrocederé ante las amenazas y las mentiras, responderemos con la
verdad, podemos disentir, pero jamás nos rendiremos».
Cabeza de Vaca fue secretario de la Comisión de Energía del Senado cuando
se negociaba la reforma energética de Peña Nieto. En ese carácter, por
Froylán Gracia Galicia, muñidor del exdirector de Pemex, Emilio Loyoza, en el
caso Odebrecht, lo acusó de presionar a la petrolera para obtener contratos
energéticos a cambio de dar luz verde a la reforma. Envuelto en la bandera
de la impunidad, y sin el menor escrúpulo, el gobernador se comprometió a
«evitar que decisiones centralistas acaben con el mayor proyecto energético
del país: la generación de energías limpias».
Al gobernador se le atribuyen decenas de propiedades, la mayoría no
declarada, por 951 millones de pesos, entre ranchos, galerías de arte,
residencias, restaurantes y depósitos bancarios, adquiridas entre 2005 y 2019
por familiares y amigos; prestanombres, pues. El patrimonio declarado al
iniciar su gestión era por de 50 millones de pesos. «Ante las amenazas y las
mentiras —dijo— responderemos con la verdad». A Cabeza de Vaca no se le
pide agachar la cerviz, sino extender los brazos para ser esposado.
El gobernador sacó después la bandera blanca: «De ninguna manera somos
enemigos de la Federación ni de la unidad del pueblo de México». Cabeza de
Vaca tendrá el mismo final de sus últimos predecesores del PRI (Tomás
Yarrington, Eugenio Hernández y Egidio Torre), acusados por delitos de
corrupción. Los dos primeros están entre rejas. El panista puede llenar plazas
y organizar marchas en su defensa. Nada lo salvará. Coahuila sabe bien como
acaban esas historias. El exalcalde de Reynosa podrá concluir su sexenio.
Igual lo terminaron Mario Villanueva, Javier y César Duarte, Roberto Borge y
Roberto Sandoval, y acabaron en prisión.
El quinto informe del tamaulipeco —como la mayoría de los que llevan ese
número— fue un velorio. No hubo cierre de filas, sino vacío. De todos los
gobernadores invitados, solo acudieron dos: Miguel Riquelme, de Coahuila; y
José Rosas Asipuro, de Durango. Así de fuerte es la alianza anti-AMLO.
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