Tsunami lagunero

    Por Gerardo Hernández González

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    La tradición periodística de Coahuila inició en La Laguna. Los diarios más longevos son La Opinión (1917; en 2011 cambió a Milenio) y El Siglo de Torreón (1921). Los señores Edmundo y Eduardo Guerrero, director y gerente del primero, fueron mis primeros jefes entre fines de los 60 y principios de los 70. Décadas después, cuando dirigía Noticias de El Sol de La Laguna, me hice amigo de don Antonio de Juambelz, director del periódico cuyo lema era congruente con su línea editorial: «Defensor de la comunidad». Don Antonio se distinguió por su acendrado anticentralismo. Hasta finales de los 80 del siglo pasado, los gobernadores nombraban incluso al jefe de Tránsito.

    En el sexenio de Eliseo Mendoza Berrueto los presidentes municipales integraron libremente sus equipos de trabajo. La relación de Rogelio Montemayor con Mariano López Mercado nunca fue buena y el alcalde renunció. Mariano no había sido el candidato del gobernador; descuidó las finanzas y se echó encima la sociedad civil. Un año después, Torreón registró su primera alternancia con Jorge Zermeño (PAN), quien ha ocupado la alcaldía en tres ocasiones; y Saltillo, la segunda con Manuel López Villarreal, del mismo partido.

    Además de ser la capital del periodismo, Torreón también ha sido escuela de periodistas y fotógrafos; uno de estos, heroico: Enrique Jaramillo (La Opinión), quien, por salvar la vida de una mujer y su hijo, atrapados en un coche sobre el cual habían caído cables de alta tensión, murió por una descarga eléctrica. En el mismo diario trabajaban reporteros gráficos brillantes: el Negro Ochoa, Jesús Frausto y los hermanos David y Leopoldo Jiménez, los cuales, como yo, emigraron después a Noticias. Los fotógrafos insignia de El Siglo eran Rodolfo Woessner y Ramón Sotomayor. A todos ellos traté y con cada uno estoy agradecido.

    En la dirección de Noticias tuve más amigos fotógrafos: Enrique «el Venado» Marrufo, Armando Muruato y Pascual Martínez, Pama. Con Marrufo cubrí el cambio de los reos de la cárcel de Torreón al Centro de Readaptación Social (Cereso). Montamos guardia de las 10 de la noche a las seis de la mañana, pues la hora se mantuvo en secreto por razones de seguridad. El dispositivo resultó indigno. Aunque la distancia era de unos 10 kilómetros, algunos internos fueron trasladados en camiones blindados sin oxigenación. «¡Humanidad!» El clamor, de uno de los prisioneros deshidratados, ocupó las ocho columnas de nuestro periódico.

    En Saltillo trabajé con un fotógrafo de primera línea: don Héctor García Bravo (Premio Nacional 1972) y con José Refugio Hernández. También compartí jornadas con Adolfo González (Premio Nacional 1975), Víctor Vanegas y con el incansable Gabriel Berumen. La amistad de Félix Riojas, igualmente, me distingue. El tema lo inspira el recuerdo de otro amigo entrañable: Toño Mena. Lo conocí cuando me iniciaba en La Opinión e iba a su casa de la avenida Abasolo por papel fotográfico (Agfa).

    De Toño —don Cacho para sus íntimos— es una de las mejores imágenes nocturnas del Río Nazas con el puente metálico y el caudal bañado de resplandor. Otra, bajo la luz de la Luna, es del Cristo de las Noas, custodio de la ciudad. Pero la fotografía que más me impresionó, captada hace 30 años o más, corresponde a la entrada de una tormenta de polvo que envolvió a La Laguna en la penumbra. El fenómeno se repitió este miércoles, pero ahora en forma de tsunami. Toño, con t

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