Pacto por el agua

    Por Gerardo Hernández González

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    La cuenca lechera de La Laguna, donde concurren varios grupos nacionales, es una de las más tecnificadas y desarrolladas del país; su impacto económico y social la convierten en un factor de poder.

    Su influencia política le ha permitido eludir compromisos y obtener ventajas. En una gira por la comarca, el entonces presidente Felipe Calderón pidió a líderes ganaderos pagar sus adeudos con la CFE, los cuales sumaban cientos de millones de pesos.

    La sobreexplotación del acuífero no existiría si las extracciones estuvieran sujetas a reglas y sanciones estrictas. Empero, la corrupción en la Comisión Nacional del Agua y la codicia del sector agravaron el abatimiento y contaminación de los mantos freáticos.

    Críticos y ambientalistas responsabilizan a la industria lechera de la escasez y mala calidad del agua para consumo humano y, por ende, de las enfermedades provocadas por las sales de arsénico; también la culpan de contaminar el aire y el suelo con los desechos del ganado. El problema no es nuevo. Hace una década, La Laguna generaba casi 50% del estiércol de la población bovina nacional, calculado en 30 millones de toneladas anuales.

    El metano derivado de esos residuos contribuye al efecto invernadero y por tanto es uno de los causantes del calentamiento global. Una de las opciones para revertir la degradación medioambiental es la de aprovechar el gas como fuente de energía. El ejido Batopilas, en Francisco I. Madero, transforma las heces en electricidad desde hace varios lustros.

    En busca de soluciones de fondo, el Consejo Regional de Fomento a la Inversión, el Empleo y el Crecimiento Económico ofreció al presidente López Obrador aportar entre el 15% y el 20% del agua para riego almacenada en las presas Lázaro Cárdenas y Francisco Zarco, correspondiente al sector agropecuario.

    El propósito consiste en dotar a la población de líquido de buena calidad mediante un sistema de canales y plantas potabilizadoras. Solo falta la aceptación del sector social. La inversión correría a cargo del Gobierno federal. Asimismo, se planteó una veda de cuatro años en los pozos profundos de las zonas urbanas.

    También se le propuso a AMLO desarrollar una cuenca lechera en Tabasco, con inversión privada y vaquillas brasileñas adaptadas al clima de la zona, y apoyo para comercializar el producto.

    La industria láctea de La Laguna está por lo pronto a salvo. El 12 de junio, los empresarios entraron a Palacio Nacional con “el Jesús en la boca”, y salieron de la reunión –calificada por Ramón Alberto Garza, en el sitio Código Magenta, como “Pacto en Palacio”— con otro ánimo. (En el sexenio de Fox se ensayaron inversiones de La Laguna en Chiapas, las cuales devinieron en negocio de oportunistas).

    El 16 de junio, cuatro días después de la junta, el Presidente visitó Gómez Palacio. Ya no se refirió a la cuenca lechera, pero sí, tangencialmente, al tema del agua. AMLO canceló de un plumazo el Metrobús, en la parte de Durango, y reasignó los 450 millones de pesos del proyecto para obras de agua potable y salud, en una consulta fársica a mano alzada cuya duración fue de 31 segundos (Reforma, 18-06-19).

    El alcalde de Torreón, Jorge Zermeño, calificó de absurda la suspensión de ese proyecto de transporte, pues la obra, a punto de terminar en esa ciudad, dejará sin conexión a Gómez Palacio y Lerdo.

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