Morena: la resaca

    Por Gerardo Hernández González

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    El mensaje de las urnas se escuchó fuerte y claro el 2 de junio: en procesos locales Morena no es el acorazado de la elección Presidencial de 2018, sino literalmente una barcaza. El partido del Presidente y sus satélites ganaron el Gobierno de Baja California con holgura, además de las alcaldías y los distritos locales, en gran medida por la descomposición del PAN, después de 30 años de ejercer el poder.

    Lo que el Grupo Atlacomulco no pudo, imponer a un Hank (Jorge) en la gubernatura, lo consiguió Jaime Bonilla, postulado por la coalición Juntos Haremos Historia formada por Morena, el Verde, el PT y partido local Transformemos.

    En Puebla, Morena y Miguel Barbosa debieron ser remolcados por el PT y el Verde para imponerse al candidato del PAN, el PRD y Movimiento Ciudadano, el coahuilense Enrique Cárdenas. Los gobernadores panistas Martín Orozco (Aguascalientes, donde se eligieron alcaldes) y Francisco García (Tamaulipas, donde se renovó el Congreso) enfriaron al partido del presidente López Obrador. Morena se hizo con la mayoría de las diputaciones locales en Quintana Roo, pero en Durango el mandatario panista José Rosas Aispuro y su expartido (el PRI) aplastaron a la formación liderada por Yeidckol Polevnsky.

    De los 39 ayuntamientos en disputa, Morena obtuvo solo dos; Gómez Palacio, donde por primera vez habrá alternancia, lo ganó por los pelos.

    El Presidente tuvo cuidado de no inmiscuirse directamente en los procesos. Sin embargo, desde el Palacio Nacional tampoco pudo incidir en ellos.

    El abstencionismo fue mayúsculo y Morena retrocedió donde antes había avanzado, lo cual es mala señal para elecciones futuras. Los programas sociales, en los cuales AMLO y su partido se han aplicado para ampliar y consolidar su base política, no se reflejaron en las urnas. Porque no han llegado a los beneficiarios o por un mal diseño y organización.

    Los superdelgados no han cumplido su tarea y Morena tampoco se articula aún como partido; en Coahuila, incluso, es inexistente. El senador Armando Guadiana y el representante presidencial, Reyes Flores, cabezas visibles del amlismo, se han encapsulado y al parecer tienen otras prioridades; mientras, cunde el desaliento y la inconformidad entre quienes fueron los primeros cuadros de López Obrador en Coahuila. Es el caso de Juan Pablo Rodríguez, quien públicamente cuestiona las estrategias de la cuarta transformación y a sus emisarios en el estado.

    El mensaje del 2 de junio no deja lugar a dudas. Las siglas de Morena y la popularidad de AMLO no son garantía de victoria; además, el poder desgasta. Es preciso organizar el movimiento político del Presidente. Y más importante incluso, seleccionar con lupa a los candidatos de Morena, pues tampoco gana con cualquiera.

    El caso de Miguel Barbosa, en Puebla, es un ejemplo de lo que puede ocurrir en las próximas elecciones. Un candidato como Enrique Cárdenas, con un perfil ciudadano, estuvo a 11 puntos de ganar la gubernatura. En procesos donde la diferencia es mínima (como pasó en Estado de México y Coahuila en 2017) y deben resolverse en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, el triunfo de Barbosa parece contundente pero, si se le mira con detenimiento, no lo es tanto.

    Entre la elección de 2018 y la extraordinaria del 2 de junio, Morena perdió más de 340 mil sufragios. El voto anti-AMLO se dirigió al PAN; y el del PRI, hacia AMLO.

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