Realidad irrefutable

    Por Gerardo Hernández González

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    El erudito Jaime Torres Mendoza publica en el número 607 del bisemanario Espacio 4 un texto recomendable, como son todos los suyos, donde relaciona los arcanos de la fotografía y su intemporalidad con la realidad de nuestro país, reflejada a través de la prensa –amarillista, seria y de espectáculos–. Una refutación a la retórica oficial. Comparto a continuación algunas partes.

    “Una fotografía trasciende el mero y evidente ámbito de reproducir una imagen; es, más bien, un mapa de la memoria, una guía para transitar en un tiempo que no es el nuestro, un misterio que se intenta desentrañar desde el silencio del documento gráfico que nos interpela. Frente a ese documento iconográfico se abre la duda y después de la duda está la incógnita, idéntica a un abismo, profundo y oscuro.

    “A pesar de eso, el documento fotográfico ilumina porque su requisito fundamental es ser un soporte de precisión que permite transmitir y, a la vez, conservar algún tipo de experiencia ocurrida como evento a una persona o a una sociedad en algún momento determinado en el tiempo.

    “Una fotografía configura una serie de conexiones, incrustadas, almacenadas, en el conjunto de la historia. Cada papel, cada idea, cada acción, cada pensamiento, modifica sustancialmente las conexiones dentro de esa vasta red. Con todo ello, la historia se fortalece, se debilita, o se forman nuevos hechos. La esencia física del acontecimiento y, digamos, espiritual en el ámbito del contenido y sus alcances, cambia; incluso cuando se ignora la existencia del documento.

    “Como todo documento, la fotografía es una metáfora que encierra un gran misterio. Siempre será una incógnita la sonrisa congelada en la imagen; jamás podrá saberse el sentido de la mirada triste y melancólica que sostienen los personajes atrapados ahí; nunca sabremos el grado de profundidad en los campos de significación para los protagonistas respecto de los objetos que logró capturar la cámara y que se encuentran en su entorno inmediato y, por supuesto, nos está vedado el espacio íntimo donde se abisma la emoción. (…)

    “Cuando un espectador se acerca a una fotografía, viaja en la memoria muchos años atrás y se instala en un universo que ya no es pero que, paradójicamente, sigue estando ahí, y, por lo tanto, es. Ese es el poder de la imagen atrapada en una fotografía, ese es su misterio. Una fotografía colorea la memoria, tanto individual como colectiva para dar nueva vida a un instante impasible del pasado que impacta de manera contundente en la vorágine del presente porque cuenta el universo completo de una historia.

    “El desafío que plantea una fotografía es la realización de un ejercicio hermenéutico donde quizá podamos desentrañar cada historia para escribirla en nuestro tiempo y, tal vez, en ese mismo acto de introspección, simbólicamente podamos también escribir la nuestra y resignificar los eventos que configuran hoy nuestra existencia.

    “Por eso invito a los lectores a observar las fotografías de violencia que aparecen en los periódicos amarillistas, las fotografías solemnes que nos venden los diarios serios, las que nos entregan con morbo las revistas de espectáculos. Deténgase un instante en ellas porque ahí está la verdad de este país, no en los discursos vacuos de los políticos”. (Versión completa en la dirección web http:/www.espacio4.com/)

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