Más ruido que nueces

    Por Gerardo Hernández González

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    México superó el peligro por la elección de Donald Trump y le ha plantado cara en el tema del muro fronterizo, pero «su resistencia a largo plazo todavía será probada por los problemas arraigados de la violencia y la corrupción», dice el Fondo para la Paz en su Índice de Estados Frágiles 2018.
    En los primeros meses del gobierno de López Obrador ha habido más ruido que nueces con respecto a esos y otros temas. Los mexicanos votaron para ver paz en sus calles y a los
    corruptos entre rejas. En tan corto tiempo no pueden esperarse resultados espectaculares, pero preocupa que el discurso y la estrategia del primer presidente de izquierda vaya ahora en sentido contrario.
    La apuesta de AMLO por la Guardia Nacional —pendiente de aprobación en el Senado— genera dudas y rechazo por el riesgo de militarizar el país y vulnerar aún más los derechos humanos.
    El presidente no parece dispuesto a cumplir su promesa de castigar a los políticos y funcionarios venales de los últimos sexenios, pero ni la Guardia ni la amnistía han recibido el respaldo que obtuvo en las urnas.
    Menos la segunda, pues supone premiar a quienes robaron a la nación y a la mayoría de los estados. AMLO centra la lucha contra la corrupción en el huachicoleo, el cual, sin ser menor, es apenas la punta del iceberg. La mayoría de los agentes políticos apoya la medida, pero el desabasto de combustibles provocó malestar ciudadano y pérdidas millonarias. Además, la explosión en Tlahuelilpan, causante de la muerte de al menos 130 personas, y el cierre posterior de ductos, exhibió fallas de planeación y de respuesta para afrontar la emergencia y la demanda de gasolinas.
    En «Estados Fallidos: definiciones conceptuales» (2009), Gabriel Santos Villarreal,
    investigador parlamentario, apunta: «El término también se utiliza en el sentido de un Estado que se ha vuelto ineficaz. Es decir, un Estado que tiene control nominal militar y policial sobre su territorio, solamente en el sentido de no tener grupos armados desafiando directamente la autoridad del Estado, pero que no puede hacer cumplir sus leyes uniformemente debido a las altas tasas de criminalidad, corrupción extrema, un extenso mercado negro/informal,
    burocracia impenetrable, ineficacia judicial, interferencia militar en la política, grupos de poder fácticos que imponen sus decisiones sobre la aplicación de la ley, la ley misma y el interés general, situaciones culturales en las cuales los líderes tradicionales gastan más energía que el Estado sobre ciertas áreas, aunque no compitan con el Estado, y otros factores».
    Los niveles de aprobación de López Obrador todavía son elevados, pero declinarán si insiste en polarizar al país y tarda en brindar resultados en seguridad, combate a la corrupción y economía. Máxime porque un sector de la opinión pública se muestra cada vez más escéptico e inquieto por el rumbo del país bajo la nueva administración.
    En su columna «Llegaste tarde, AMLO», Jorge Suárez-Vélez enciende la alarma: «El proyecto de López Obrador es ideológico, no político. Pero es su extrema ineptitud en el manejo de la
    economía lo que hará que su proyecto naufrague. A quienes nos oponemos a él nos toca, además de poner el reflector sobre los graves errores cotidianos, impedir que el daño estructural sea tal que provoque una situación de retroceso irreversible, aun cuando alguien apto tome después la rienda de este gobierno» (Reforma, 11.01.19).
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