Reproche secular

    Por Gerardo Hernández González

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    La Laguna desempeñó un papel crucial en el gobierno del presidente Lázaro Cárdenas (1934-1940). La reforma agraria la convirtió en una de las regiones más prósperas y de mayor influencia política y económica del país. Los gobernadores de Coahuila y Durango estaban supeditados a los mandos federales con sede en Torreón, Gómez Palacio y Lerdo. El Banco Agrario (después Banrural) superaba el presupuesto conjunto de ambas entidades y era cabeza de una sólida estructura político-electoral: financiaba campañas y aseguraba el voto verde para el PRI.

    Las cosas empezaron a cambiar con la llegada del neoliberalismo, en el gobierno de Miguel de la Madrid. El sistema ejidal se había desvirtuado y estaba atrapado en una red de corrupción formada por funcionarios, líderes agrarios, empresarios y banqueros. En la campaña presidencial de 1988, los campesinos pasaron la factura: una lluvia de piedras y otros objetos interrumpió el discurso del candidato Carlos Salinas, en San Pedro. El episodio se repitió en Francisco I. Madero. Una vez en el poder, Salinas se vengó: puso entre rejas a Juan Manuel Grosso Montemayor, exgerente del Banrural, por ventas de algodón en bloque presuntamente fraudulentas.

    La reforma salinista al artículo 27 constitucional privatizó el ejido, desapareció la banca rural y propició el acaparamiento de tierras, no con fines productivos, sino de especulación urbana. Para recuperar políticamente la región, donde Cuauhtémoc Cárdenas, candidato del Frente Democrático Nacional, había obtenido más votos, Salinas implementó el Programa Nueva Laguna, consistente en la ampliación de la carretera Torreón-San Pedro, la extensión de la pista principal del aeropuerto Francisco Sarabia y otras obras. Sin embargo, la falta de un modelo alternativo propició el declive económico de la zona.

    Los laguneros reprochan a los gobiernos de Coahuila y Durango el abandono secular. Mientras en Torreón, Gómez Palacio, Lerdo, San Pedro y otras cabeceras los rezagos se acumulan, las capitales (Saltillo y Durango) registran un crecimiento sostenido y captan las mayores inversiones de los sectores público y privado. Tal circunstancia volvió recurrente la demanda de separar a más de una docena de municipios de ambas entidades para crear el Estado de La Laguna.

    Hay quienes ven en el presidente López Obrador al Cárdenas moderno. La visita a Torreón, el 28 de diciembre, para anunciar programas sociales, y su promesa de regresar en marzo para evaluar avances, se ha interpretado como señal de mejores tiempos. «Vengo a La Laguna a explicarles por qué se va a llevar a cabo una acción integral en esta región, que se une por cuestiones sociales, culturales, históricas, y que esta Comarca Lagunera, aunque geográficamente tiene que ver con dos entidades federativas, con Coahuila, con Durango, es al mismo tiempo esta región una entidad; si no formal, sí realmente es una región con características propias, y por eso se tiene que atender de esa manera», dijo en el Teatro Nazas, nombre del río que representa el símbolo de identidad de los laguneros.

    El presidente tocó la fibra más sensible de una región severamente castigada y víctima también de su propia incuria. Sin apoyo federal y con gobiernos estatales cuyo afecto e interés está en las capitales, la metrópoli Torreón-Gómez Palacio vivió sus peores años en las administraciones de los Moreira, Ismael Hernández y Jorge Herrera: inseguridad, corrupción, narcotráfico y violencia. El poder económico suplantó los liderazgos políticos y sociales. AMLO representa la esperanza para romper ese círculo perverso y salir del marasmo.

     

     

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