Navidades y fin de año

    Por Jesús R. Cedillo

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    El año aprieta. Ya acaba. De hecho, ya acabó para fines prácticos. Por estos días, nos entregamos al brindis, al abrazo, a emitir y profetizar buenos deseos para todos. Y claro, nos entregamos a la mesa, a la buena tabla y gastronomía que acompaña estos días rituales de fiesta, celebración y compañía. Para una parte de la humanidad, se celebra el nacimiento del maestro Jesucristo. Y lo celebramos con una cena tradicional y ceremonial, tan ancilada en nuestro imaginario, que es imposible no hacerlo (creamos o no).

    Y es que estas fechas obligan a reconocer las pasiones humanas que encuentran su epifanía en la fuerza al estrechar nuestra amistad, nuestras relaciones sexuales con la persona amada, el entregarnos a una comida reposada y el disfrutar generosa libaciones de alcohol. Jesucristo vino a enseñarnos este tipo de epicureísmo responsable. En uno de tantos episodios donde Jesucristo enseña a través de sus actos y estilo a la par de hacerlo a través de sus historias (metanoia/transformación), en Juan 21.2-13, el maestro se convierte en Chef y les cocina un delicioso pescado a las brasas con pan, a sus amigos y discípulos. Lección de humildad, templanza, solidaridad, reconocimiento, igualdad y sobre todo, disfrutar en familia una comida, una sencilla y buena comida.

    Se lee: “Los otros discípulos llegaron en la barca, pues no estaban distantes de tierra sino unos doscientos codos, arrastrando la red con los peces./ Al desembarcar,  vieron puestas unas brasas y un pescado encima de ellas, y pan./ Jesús les dijo:/ traed algunos peces de los que acabáis de pescar./ Simón Pedro subió a la barca, sacó a tierra la red, llena de ciento cincuenta y tres grandes pescados, y con tantos, no se rompió la red. Jesús les dijo:/ Venid y almorzad…” ¡Caray! A poco no se antoja inmediatamente estar tirado en la arena, con piedras, tal vez un tanto incómodos, pero arropados por la mirada amorosa del maestro, el cual y con sus propias manos y tal vez con una vara, una simple vara usada como trinchete o tenedor, le daba vuelta a un pescado a las brasas mientras a un lado, se calentaba también el pan. Manjar de dioses, sin duda. ¿Usted sabe del por qué deletrean el número exacto de pescados? Luego se lo platico.

    ¿Qué va a cenar en Navidades y Año nuevo, señor lector? Acaso el tradicional pavo relleno. Tal vez un buen pollo marinado en especias. Un lechón a las finas hierbas. Los muy nuestros y suculentos tamales con atole, ponche y su piquete (una dosis de ron o brandy), sin faltar los buñuelos. O bien, tal vez usted se decantó por el pescado o salmón a las brasas, como el cocinado por el maestro Jesucristo. Sea lo que sea que usted vaya a cenar, no olvide preguntar a su vecino, a su jardinero, a la señora que le plancha la ropa, al hombre de la recolección de basura que diario le limpia su banqueta, no olvide preguntarles si tienen ellos comida y un pan que llevarse a la boca en fechas tan altas y bellas. Si usted tiene y puede, le pido de favor que comparta. Nos hará bien a todos. Nos hace humanos. Recuerde usted aquel pasaje que dice en Lucas 7.33:34: “Cuando llega Juan el Bautista, que no come ni pan ni bebe vino, decís: ‘¡Está endemoniado!’ Cuando llega el hijo del hombre, que come y que bebe, decís: ‘Este es un hombre comilón y bebedor, amigo de los publicanos y pecadores.”

    No se preocupe por lo que digan de usted señor lector, usted entréguese a la sensualidad de la comida y la bebida de estas fechas, como lo hizo el maestro Jesucristo. Comparta, le recuerdo que comparta con el jodido. Que tenga usted en los próximos días, las mejores Navidades de su vida hoy y siempre. Se lo deseo de corazón, palabra y pensamiento. Así sea.

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