El amigo de AMLO

    Por Gerardo Hernández González

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    Armando Guadiana regresó a la política al margen de los partidos. De su peculio pagó desplegados a página entera en diarios de Ciudad de México para exigir la renuncia de Humberto Moreira a la presidencia del PRI —a lo cual ningún organismo empresarial u oposición se atrevió— por la corrupción en su gobierno. El PAN y el PRD lo invitaron sin éxito a sus filas e incluso ofrecieron postularlo para el congreso federal. Sin embargo, prefirió seguir al frente de Claridad y Participación Ciudadana, asociación civil fundada por él para exigir el esclarecimiento de la megadeuda y enjuiciar a los responsables de su contratación ilegal.

    Declarado enemigo por el moreirato, fue perseguido y acusado de tener vínculos con la delincuencia organizada. El clan movió influencias en la PGR para congelarle cuentas y tratar de detenerlo, filtró conversaciones privadas con su esposa y prohibió las corridas de toros para afectar uno de sus negocios. Guadiana resistió. Hoy desde el Senado, donde su partido (Morena) es mayoría, retomarálas iniciativas para investigar la deuda por más de 36 mil millones de pesos y los crímenes de lesa humanidad cometidos en los gobiernos de Humberto y Rubén Moreira, denunciados separadamente por él, por el obispo Raúl Vera y por la Federación Internacional de Derechos Humanos ante la Corte Penal de la Haya.

    Ingeniero civil con maestría en Ciencias, Guadiana hizo célebre la frase “honrao, honrao, sí; pero honrao tres veces, quién sabe”, cuando el periodista Francisco Juaristi Septién lo entrevistó sobre un presunto peculado por más de 400 millones de pesos en el gobierno de Eulalio Gutiérrez Treviño. En ese tiempo (1975) era presidente de la comisión de Hacienda del Congreso local, y en tal carácter dice haber constatado que los recursos —pertenecientes a la federación— se ejercieron en gasto corriente e inversión. “No se los robaron”.

    En su campaña para gobernador, el año pasado, el hombre del sombrero Stetson y del bigote Chevron se adelantó a Andrés Manuel López Obrador en eso de inventarle apodos a sus rivales. Antes de que AMLO incordiara a Ricardo Anaya con el “Ricky rickin canallín”, Guadiana había llamado “Riquelme relojes” al candidato del PRI, por su afición a esos instrumentos, y “Memo Moches” a Guillermo Anaya, por las comisiones que legisladores del PAN cobraban a los alcaldes por la entrega de apoyos federales.

    El flamante senador por Morena no se toma demasiado en serio, y a la política tampoco. Forma parte de una bancada de 59, la del PAN es de 24 y la del PRI de 14. Solo un escaño lo separa de Nestora Salgado en el salón de plenos. El PRI exhibió a la morenista como secuestradora; para el Grupo de Trabajo sobre Detención Arbitraria de Naciones Unidas, fue una presa política. Otras figuras polémicas de la fracción parlamentaria de Morena son el líder minero Napoleón Gómez Urrutia y el exalcalde de Acapulco, Félix Salgado Macedonio.

    El político renacido no niega a sus amigos. El mes pasado visitó a Alejandro Gutiérrez en la prisión de Chihuahua donde el ex secretario general adjunto del PRI ha pasado los últimos meses, acusado de peculado. Los acompañó el senador suplente Reyes Flores Hurtado, a quien AMLO nombró coordinador general en Coahuila. Comieron pollo y después regresaron a Saltillo. Guadiana ya se reunió con el gobernador Miguel Riquelme. Quizá nunca imaginó ser senador ni el amigo coahuilense del presidente más poderoso de los últimos tiempos. Contra los Moreira apostó y ganó. Se la jugó por AMLO y le fue mejor. Hasta Dios abomina de los tibios.

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