Sucias maniobras

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    Cuando Rubén Moreira se exaltaba o era rebatido, perdía los estribos. Entonces recurría al insulto y a la amenaza. ¿Testigos? Sus colaboradores, a algunos de los cuales mandó al hospital con taquicardia y úlceras de estrés, y quienes se oponían abierta o veladamente a sus delirios, excesos y afanes transexenales. Jericó Abramo Masso es uno de ellos. Como alcalde, el gobernador le hizo el vacío, desairó sus informes y le restó importancia a Saltillo: la Feria del Libro la trasladó a Arteaga y las principales actividades las desarrolló en Torreón. Después, cuando Abramo quiso ser candidato a la gubernatura, vociferó y lo amenazó, según diversas fuentes.

    —La elección era de alto riesgo, mas no estaba perdida de antemano— dice Abramo, entrevistado por Espacio 4.

    La fórmula senatorial del PRI perdió por una diferencia de poco más de 50 mil votos frente al tándem de Armando Guadiana y Eva Galaz, de Morena. El PAN cayó al tercer lugar con Guillermo Anaya y Esther Quintana, quien habría representado a Coahuila con dignidad en el Senado. Mientras pasa la resaca de su primer tropiezo en las urnas y decide su próxima trinchera, el dos veces diputado federal dedica el tiempo a su mujer, a sus hijos y al negocio familiar. “Nunca he vivido de la política”, subraya.

    La vocación política y empresarial la heredó de su abuelo Jorge Masso, quien, tras una larga militancia, renunció al PRI en 1984 porque el gobernador José de las Fuentes le impidió ser candidato a alcalde. Entonces se postuló por el PARM. La elección resultó competida, y en protesta por un supuesto fraude para imponer a Carlos de la Peña, instaló un campamento frente a la presidencia. La experiencia marcó a Abramo: “Las campañas que tuvo mi abuelo cuando fue candidato a alcalde fueron cosas que no puedo olvidar, como cuando hicimos huelga de hambre en el 84 frente a las instalaciones de Presidencia, ahí pasé la Navidad y una semana entera en una carpa frente a los jardines de la Presidencia”. (Zócalo Saltillo, abril de 2010.)

    Masso fue diputado plurinominal de la LI legislatura federal por el PARM. Después se retiró de la política y al cabo se convirtió en una especie de gurú. En su casa concurrían políticos, periodistas —principiantes y de la vieja guardia— y aspirantes al gobierno; entre ellos, Rogelio Montemayor y Humberto Moreira. En una de esas tertulias pudo haberse iniciado la amistad entre Jericó Abramo y Moreira I, en cuyas gestiones ocupó diversos cargos y un asiento en la LX legislatura del Congreso.

    La relación entre Abramo y Humberto Moreira todavía es hoy motivo de suspicacia, sobre todo en La Laguna donde la marca del clan es repudiada. El gobernador solía decir que Jericó le había salvado de vida. Sin embargo, esa proximidad devino en inquina y lejanía en la administración de Rubén Moreira. Por celos o por representar una amenaza para su proyecto sucesorio, planeado en Torreón y orientado desde un principio hacia Miguel Riquelme, Moreira II bloqueó sistemáticamente al alcalde de Saltillo.

    El último golpe contra Jericó lo dio Rubén desde la Secretaría de Organización del PRI: lo sustituyó por Verónica Martínez —una de sus incondicionales— como cabeza de fórmula para el Senado. La pinza la cerró Álvaro Moreira. En Saltillo, Manolo Jiménez, una figura relativamente nueva, captó más votos para reelegirse como alcalde. La sucesión de 2023 ya empezó. Abramo está en el banco… por ahora.

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