Una historia de terror 1/2

    Por Jesús R. Cedillo

    0
    927

    Hay dos géneros literarios que no se me dan. Bueno, son tres, aunque el tercero lo empiezo a disfrutar un poco más. Es la literatura de ficción, la de terror y la lectura de obras de teatro. En lo referente a ficción, conozco a un hombre que se lo sabe todo al dedillo, es el fino editor en “Vanguardia” Felipe Rodríguez Maldonado. En cuanto a terror, he leído muy poco, y si me gusta, pero insisto, he leído muy poco al respecto. Y en cuanto a teatro, apenas acometo la hombría de leer todo William Shakespeare y leer algunas obras clásicas de la antigüedad griega y romana. Pero insisto, pues no se me da del todo lo anterior. Para solucionar o enmendar un poco tanta ignorancia de mi parte, en los puestos de revistas y periódicos ha salido a buen precio la biblioteca de Stephen King, un verdadero mago del terror y del entretenimiento.

    He comprado entonces algunas de sus novelas y las empiezo a hojear y leer puntillosamente. Hay una de ellas que se considera su parteaguas, es “El resplandor” de la cual al parecer, hay una serie en Netflix. Pero lo que todo mundo recordamos, es la película de Stanley Kubrick. Genial dicha cinta. La novela la cual aún no termino de leer y anotar, es buena. Estos gringos hay que admirarles algo: saben contar y cantar. Tienen y gozan de verosimilitud literaria hasta en esto que es el terror y aspectos paranormales y envuelve con su prosa al lector en turno. El libro usted lo sabe, fue pergeñado o la semilla se gestó en un viaje de la familia King a un Hotel desvencijado en octubre de 1974  en Colorado, el ahora famoso “Hotel Stanley.”

    En su momento y en una entrevista concedida, Stephan King relató que en esa etapa bebía sin parar (una caja diaria de 24 latas de cervezas) a la par de atacarse de cualquier barbitúrico: valium, xanax, lejía… ante este cuadro de demonios acechantes, el “Hotel Stanley” fue la chispa para alimentar la semilla malévola de su texto: un tipo padece y soporta todo, incluyendo fenómenos paranormales derivados de su incomunicación, trastornos severos de personalidad, insomnio y acoso de demonios diurnos y nocturnos; pues sí, como a uno le pasa cuando la borrachera no cede. Pues bien, hoy le voy a contar una personalísima historia de terror. Un verdadero cuento de pánico que de tan personal que fue, es público. Es decir, con eso de las redes sociales que todo lo pudren, la vida privada es pública y los fragmentos o retazos de los involucrados, se hacen públicos a cada momento. Antes se cuidaba la privacidad, hoy la privacidad se ha evaporado y nada más chic, que editar la vida misma en “tiempo real” en las redes sociales. Por lo cual, el siguiente cuento de terror se hizo público. Ni pez.

    Sucedió hace dos o tres años, puedo ser hace uno. A ella la vamos a bautizar como Maruxina Minis Ernestina. A él, al galán, le bautizaremos como Luis Javier Damián del Cabo Real. Ella, niña guapísima, dientes perfectos y en su sitio, pelos tiesos, ojos de color y cuerpo de infarto. Él, guapo, dientes perfectos y en su sitio, siempre a medio peinar o medio despeinado, ojos de color y cuerpo limado en el gimnasio (GYM, le dicen los de esta clase social). Ambos, de alta clase social (muchos pesos, vaya) de Monterrey, Saltillo y Jalisco. La pareja perfecta, pues. Algo así como Ken y Barbie. Como era de esperarse, se conocieron y empezaron un “bello noviazgo” (no se ría lector, así aparecían las fotos de ellos en los suplementos de sociales en Jalisco, Saltillo y Monterrey, con el anterior lema).

    Un día, la relación avanzó (lo imagino, porque en los suplementos de la alta sociedad se daba cuenta de ello). Se hicieron despedidas de solteros en varios lugares, incluyendo Jalisco, Monterrey, Saltillo y en la playa. Muy felices, Maruxina Minis Ernestina, de dientes perfectos, pelos tiesos, ojos de color y cuerpo de tentación, se retrataba enseñando pavoroso diamante en su mano, al lado de Luis Javier Damián del Cabo Real, el prometido de ojos de color, dientes perfectos y en su sitio y cuerpo modelado en el GYM. Todo placidez, todo alegría de tantas familias involucradas. Yo seguía la crónica no sé si por envidia, morbo o ambas cosas. Un día, se casaron en carísima playa, Maruxina Minis Ernestina con Luis Javier Damián del Cabo Real.

    “Abrazados al amor”, fue uno de los titulares de Jalisco, Monterrey o Saltillo. En otro se leía “Amor eterno a la orilla de la playa.” Gran boda, gran borrachera y gran compadrazgo de fortunas. Todo lindo, todo nice, todo cool. Los esposos se fueron de luna de miel a Tailandia, Japón, Corea o Hawái. O a todos estos países a la vez. No entiendo mucho de geografía. Regresaron al pueblo y, ella estaba embarazada. Todo coincidía en nueve/diez meses del evento. Pero, aquí inicia el terror: al nacer el niño, el bebé no tenía ojos de color, era digamos, de talla chica y color transparente. Cuando abría sus ojos, estos eran una delgada línea. No más. La madre del joven (sabia como todas las madres) le dijo a su vástago que ese niño no era de él. Luis Javier Damián puso el grito en el cielo, pero luego de álgidas discusiones, arrancó la verdad a Maruxina Minis Ernestina: en un país (¿cuál?) donde disfrutaron masajes (en todos habían disfrutado relajantes masajes corporales), ella fornicó (¿o se dice hizo el amor?) con el masajista tailandés-japonés-coreano… era su hijo.

    ¿A poco no es un cuento de pánico? No se pierda la siguiente parte de esta historia de la vida real más que terrorífica….

    Comentarios de Facebook