La Copa y las campañas

    Por Gerardo Hernández González

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    Si el Mundial de Rusia borró desde el principio las campañas en todo el país, el triunfo de la selección nacional frente a Alemania las sepultó por siempre. El segundo partido será el 23 contra Corea del Sur y el tercero contra Suecia, el 27. Ese día concluirán las campañas y será el último en que se podrán publicar encuestas. La fase de octavos empezará el 1 de julio, cuando alrededor de 86 millones de mexicanos podrán votar para presidente, congreso general, nueve gobernadores, más de mil 500 ayuntamientos y diputados locales.

    El Mundial representa una válvula de escape para todo el mundo. A los candidatos los guarda del escrutinio y los encierra en sus cavilaciones. Sin embargo, lo que no hicieron en dos meses y medio de campaña, en tres debates presidenciales y hasta antes del partido Rusia-Arabia Saudita, difícilmente lo lograrán en los días siguientes. La ventaja de AMLO parece insuperable. Su triunfo lo dan por descontado tirios y troyanos. El caudillo tiene la mirada puesta en el 1 de diciembre, cuando —si gana— rendirá protesta. Ricardo Anaya y José Antonio Meade pretenden repetir la gesta de la oncena dirigida por el colombiano Juan Carlos Osorio. Solo que mientras Alemania, después del primer partido, descendió del segundo al octavo lugar como favorito para ganar el Mundial, las preferencias de AMLO aumentaron luego de perder los tres debates. En la carrera presidencial, la competencia es por el segundo lugar.

    Mientras el balón ruede en Moscú, Samara, Kaliningrado, Kazán, Nizhni Novgorad, Rostov, San Petersburgo, Saransk, Sochi, Volgogrado y Ekaterimburgo, en México los gobernantes descansarán también de las presiones y el asedio ciudadano. Incluso Carlos Romero Deschamps, el jeque del sindicato de Pemex, a quien le ha sido descubierta una mansión en Las Brisas de Acapulco que ni la pareja presidencial se ha construido… todavía. (Reforma, 16-06-18.)

    La Copa de la multinacional llamada FIFA le brinda al público motivos de distracción. La diferencia entre religión y futbol es que en México todos somos guadalupanos, mas no a todos seduce el balompié. El presidente, los candidatos rezagados en la carrera por Los Pinos y la clase política en general se envuelven en la playera tricolor para lucrar con triunfos que no les corresponden. AMLO no ha entrado a ese juego por liderar las encuestas. Además, no es aficionado al futbol, sino al Rey de los Deportes.

    Legiones de mexicanos viven ajenos al futbol, impuesto por las televisoras como dogma o droga recreativa. El espectáculo de masas ha adormecido y suplantado a la movilización social. Las tribunas ocupan cada ocho días el lugar de las calles y las plazas donde antes se protestaba contra el gobierno y se iniciaban movimientos de cambio. A diferencia del acarreo político, las multitudes colman voluntariamente las gradas, en cuyas pantallas se anuncian partidos y aspirantes para atraer el voto de la fanaticada, la cual, lo que menos quiere, es saber de política. Si las masas no van a los candidatos, ellos van a los estadios.

    El triunfo de la selección es meritorio e histórico solo desde el punto de vista deportivo y de negocios. Por lo demás, no cambiará nada. Pero tan urgidos estamos de victorias, que el 1-0 recibió rango de epopeya. No olvidemos que en el futbol también existen mafias. Después del juego contra Alemania, las probabilidades del equipo nacional de ganar el Mundial aumentaron de 1 a 3%, según las predicciones del diario español El País, actualizadas después de cada partido.

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