Vidas al límite 2/2

    Por Jesús R. Cedillo

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    Vida al límite. Lo ha dicho con acierto el argentino Tomás Eloy Martínez (santo tutelar en mi formación) de la constitución de algunos hombres los cuales escribieron su obra en medio de la adversidad, “es en estos destinos ínfimos donde la especie humana se reconoce a veces con mayor claridad que en la catástrofe de la naturaleza o en los abismos de la intolerancia.” Un ejemplo preclaro es Chaplin, precisamente, personaje dickensiano, Charles Spencer Chaplin nació en un barrio londinense de baja estofa, el “East End.” Su padre le abandonó a él y toda su familia, apenas al nacer. Era alcohólico. El padre de Chaplin murió de cirrosis a los 37 años; la madre, artista de carpa, de “Music hall” y con suerte de perro (era cantante, pero tuvo una venenosa enfermedad de laringe), acabó internada en un manicomio después de su fracaso como artista. En este ambiente de miseria e infortunio, se criaron los dos hermanos, Charlie y Sidney, los cuales estarían llamados en poco tiempo a la gloria…

    En especial, ese hombre de mediana a baja estatura, con chaqueta muy estrecha; pantalones de varios hilos, pero muy anchos para él, zapatones gigantes y un sombrero pequeño lo cual le daba un aire de burgués, un dandy en banca rota. Un aristócrata de corte elegante, pero con ropa ajada por el paso del imbatible tiempo: un vagabundo. La cereza del pastel: un bigotito apenas entintado, el cual le bailaba en su labio superior cuando movía la boca en su genial actuación de pantomima. Había nacido Charlot: un icono del siglo XX mundial, el cual vino a modificar al mundo todo. En medio de la penuria, olvido (su padre los deja abandonados y muere alcohólico) y la tragedia (su madre muere en un manicomio en medio de crisis severas de locura y ataques de nerviosismo), se forja la leyenda del genio y nace su creatividad… El Charlot, de Charlie Chaplin.

    Hubo un tiempo, de hecho hace apenas lustros, tiempo en el cual la gente se vestía para vivir, no para morir. Era gente con estilo y galanura. Gente bien vestida y bien nacida. ¿Cuándo se jadió o se perdió lo anterior? No lo sé del todo o exactamente, pero ha sido un proceso lento y asfixiante de desmoronamiento del ser humano no sólo en México, sino en el mundo todo. Salvo algunas ínsulas, vaya, pero el proceso de cosificación ha sido inexorable. Todo mundo se viste igual (sobre todo los jóvenes, esos llamados “millenials”): desgarbados, sin lustre, van por la vida vestidos para la derrota y la mediocridad compartida.

    ¿Cuándo empezamos a vestirnos con harapos, en una especie de “lumpenaje” cotidiano y primitivo? No lo sé exactamente, pero tuvo mucha influencia en este deterioro aquella moda llamada “grunge” (1993 en adelante); si, cómo la música, la cual se originó en un local de tocadas con el mismo nombre en Seattle. Iconos fueron o son “Nirvana” de Kurt Cobain , Courtney Love, Marc Jacobs, Steven Meisel, Anna Sui y un largo listado. Esta “moda” fue una especie de movimiento contracultural y una “respuesta” al rollo “yuppy”, estética la cual dominó los años 80 del siglo pasado. ¿Cuál fue esta “moda” la cual aún hoy padecemos visualmente con las parvadas de jóvenes en las calles y centros comerciales? Los “millenials” se visten con varias capas de ropa encima, no pocas veces con gorros o casullas sobre sus pelos en rebeldía (imagine usted el calor sofocante aquí en el desierto), se ponen pantalones rotos, playeras (dos o tres, de diferente color); encima de todo, una camisa de cuadros por lo general, un sweater anudado a la cintura; botas rotas y claro, todo ello comprado en tarimas de venta de ropa de segunda y tercera mano: aspecto dicen los de la “moda”, desaliñado. Puf.

    “Maquíllate y ponte un disfraz”, le ladró el productor Mack Sennett a un joven llamado Charlie Chaplin, antes de rodar su segunda película en 1914 (“Carreras Sofocantes”) en Estados Unidos. Es entonces cuando el joven genio de la pantomima, más un funámbulo y no actor, va y se enfunda lo más a la mano, pero con sentido de estética, cómico y a la vez ridículo: un chaqué o saco ajustado a su cuerpo, chaleco, pantalón muy amplio, unos zapatones, sombrero de bombín, corbata de plastrón y un bastón… había nacido Charlot.

     

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