La norma del sexenio

    Por Gerardo Hernández González

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    El presidente Peña Nieto marcó desde el principio del sexenio la pauta que él, su gabinete y los gobernadores del PRI seguirían frente a la crítica y los señalamientos de corrupción y abuso de poder. Junto con el espaldarazo a la entonces secretaria de Desarrollo Social (“No te preocupes, Rosario”), acusada de operar una red de compra de votos con el gobernador de Veracruz, Javier Duarte, el mandatario extendió a sus incondicionales una patente de corso.

    El 19 de abril de 2013, frente al expresidente de Brasil Luiz Inácio Lula Da Silva, cuyo programa Hambre Cero redujo el trabajo infantil, disminuyó la deserción escolar y elevó el ingreso familiar, un Peña orondo se proyectó a sí mismo: “Rosario, no te preocupes, hay que aguantar, porque han empezado las críticas, las descalificaciones de aquellos a quienes les ocupa y preocupa la política y las elecciones, pero nosotros, este gobierno, tiene un objetivo claro que es acabar con el hambre”.

    La cruzada de Peña contra el hambre, a cuyo inicio fue invitado Lula, acaso para compensar por unas horas el déficil de liderazgo en nuestro país, resultó un fracaso como la mayoría de las acciones del que será el último gobierno del PRI en mucho tiempo. Lula, quien llegó a la presidencia en su cuarto intento, lanzó un dardo en su discurso: “el hambre no existe por falta de dinero (…), de producción agrícola (…) o de tecnología (…), existe por falta de vergüenza de gobernantes en el mundo que no se preocupan por los pobres”.

    Peña gobernó para su grupo y para los poderosos. Hoy existe más pobreza alimentaria: el ingreso del 41% del país, unos 50.8 millones de mexicanos, no alcanza para adquirir la canasta básica como consecuencia de la inflación del 6.77 por ciento registrada el año pasado (Coneval, Índice de Tendencia Laboral de la Pobreza del cuarto trimestre de 2017). El incremento de un punto porcentual sumó a 1.8 millones de mexicanos al ejército de pobres, mientras la clase política se enriquece impúdicamente.

    La absolución a Robles, en Chiapas, se repetiría a lo largo del sexenio: “No te preocupes, Humberto (Moreira)”, “No te preocupes, Gerardo (Ruiz Esparza), “No te preocupes, Luis (Videgaray)”, “No te preocupes, César (Duarte)”, “No te preocupes (José Antonio (Meade)”, “No te preocupes, Moreira (Rubén)”, “No te preocupes tampoco ahora (Rosario)”, “No te preocupes, Aurelio (Nuño)”. Y para sí mismo: “No te preocupes Enrique, ni AMLO ni Ricardo Anaya ganarán las elecciones, qué para eso está el sistema y el aparato de justicia”.

    Lula despertaba temor por su posición de izquierda, pero resultó ser uno de los mayores reformadores de América Latina. Ganador de los premios Mundial de la Alimentación, de Derechos Humanos Letelier-Moffitt —concedido a Belén Casa del Migrante de Saltillo en 2011— y el Four Freedoms Medalla de Libertad, Da Silva fue condenado a principios de marzo a doce años de prisión por corrupción pasiva y lavado de dinero como parte de la operación Lava Jato. Se le acusa de haber recibido ocho millones de dólares en dinero y en especie; una bagatela para los negocios del poder en nuestro país. Brasil, como Guatemala y Perú, tienen sistemas de justicia independientes. En México, los poderes legislativo y judicial están sometidos al presidente, mas eso no le garantiza inmunidad después de su sexenio.

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