Todo sobre mi madre

    Por Marcos Durán Flores

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    El método con que nos educó mi madre tuvo muy poco de ortodoxo o convencional. Y es que como hija del comunista del pueblo, se enfrentó al rechazo laboral y debió tocar cientos de puertas, hasta que finalmente recibió una oportunidad en un medio de comunicación. Ya en su oficio de reportera y periodista, soñaba con encontrar una forma digna para sacar adelante a sus hijos y dejar atrás una realidad que amenazaba con condenarnos. Pero la sociedad de Monclova de hace cuatro décadas no era de lo más benévola con una madre soltera con dos hijos. Así que ella debió de trabajar más y demostrar mucho más que los demás. Y lo hizo.  Eso significaba trabajar de lunes a domingo en empleos absorbentes, pero que siempre le apasionaron.

    “El trabajo todo lo vence” y sus jornadas de 12 horas al día rindieron frutos, y tras años de esfuerzo y limitaciones, compró a crédito una casa de interés social en la Colonia Miravalle de Monclova y un carro Datsun, en el cual nos embarcamos a una aventura hacia Acapulco para conocer el mar. Solos, mi madre, mi hermano Sol y yo, recorrimos una trayectoria hoy imposible porque nos ha sido arrancada por la inseguridad.

    Mi madre nos enseñó a valernos por nosotros, a ser útiles a esta sociedad, pero lo hizo en la cultura del libre albedrío y en poner en práctica aquella frase del florentino Dante Alighieri acerca de que “los lugares más oscuros del infierno, están reservados para aquellos que mantienen su neutralidad en tiempos de crisis moral”, en tomar una posición ante los atropellos del poder, cualquiera que fuera su origen.

    Pero además de su trabajo, sus otras pasiones han sido las letras, la música, el cine y el teatro. A falta de tele en casa, no me quedó otra opción que leer los libros de mi madre, por lo que pude descubrir a Spota, García Márquez, Fuentes, Paz, Víctor Hugo, Balzac, Wilde, Dostoievski, Neruda, Borges, Poniatowska, y Fallaci. Aun así, me costaba trabajo aceptar ver a mis amigos jugar futbol, mientras yo la acompañaba a ver tocar al Maestro Salvador Neira Zugasti obras de Mozart y de Chopin, y a los conciertos de Oscar Chávez, Serrat y Silvio. Tardé años en comprender sus lágrimas de aquella madrugada del 8 de diciembre de 1980, cuando me despertó para decirme: “Hijo, mataron a John Lennon”.

    Me aburría ir con ella al cine a ver el “Doctor Zhivago”. Y es que ¿cómo podía entender yo, siendo apenas un niño, la obra de Boris Pasternak, los zares rusos y el amor de Omar Sharif por Lara? Lo mismo pensaba de mi asistencia a presentaciones de libros o a reuniones con sus amigos periodistas, poetas, músicos, escritores, pintores e intelectuales. Confieso también que me quedé dormido en el teatro viendo la obra “El Dúo de los paraguas”. Pero el paso del tiempo me hizo entender que todo se trataba de una especie de entrenamiento que se define en forma sencilla: Pensar en libertad y respetar la diversidad del pensamiento humano, para eso es que sirve la cultura, no para fingir talentos inexistentes o pretenderse culto.

    Usted seguramente la conoce, es María Guadalupe Durán Flores y escribe desde hace muchos años “Rosa Mexicano”, una columna de corte político que expone verdades que pretenden ocultarse y que dice lo que muchos piensan, pero callan. Eso la ha llevado a enfrentar en distintas épocas a la intolerancia, el acoso y la persecución sistemática de aquellos sensibles a la crítica. Pero todos sus censores se han topado con dos verdades casi universales: La gente termina leyéndola más, mucho más; mientras que el destino de ellos siempre ha sido el olvido y el desprecio de la historia. Jamás entendieron que nada es para siempre, mucho menos en política.

    Hoy sigue escribiendo, está en la radio, canta, sigue visitando “La Vega” en Cuatrociénegas, otra de sus grandes pasiones, y se da tiempo para ver a sus nietos, Sofía Amaranta, Rodrigo, Regina, Sol, Marcos y Miranda y Carlos Enrique y Alejandro, sus bisnietos que la tiene perdida.

    Es verdad, mi hermano y yo le causamos un montón de problemas, desilusiones y seguramente no hemos sido los hijos que esperaba, pero nadie puede poner en duda el amor que le tenemos. Balzac decía que “El corazón de una madre es un abismo profundo en cuyo fondo siempre encontrarás perdón”. Eso lo sé porque nunca tuve que hacer nada para que me amara, solo necesité ser su hijo. Feliz Día de las Madres.

    @marcosduranf

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