Corriente anti-PRIAN

    Por Gerardo Hernández

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    José Antonio Meade y la coalición Todos por México tienen 50 días para convencer al 47% de los ciudadanos que “nunca votarían por el PRI para elegir presidente de la república”, por considerarlo “el peor partido político” (El Universal/Berúmen), de que el dinosaurio tecnocrático no es como lo pintan. También —otro imposible— para cambiar la percepción de que la competencia por Los Pinos será entre Andrés Manuel López Obrador, de Juntos Haremos Historia, y Ricardo Anaya, de Por México al Frente, sino entre AMLO y su candidato, como pretende hacer creer Aurelio Nuño, todavía coordinador de la campaña de Meade, cuya única mancha —dicho por él— es el vitiligo (enfermedad cutánea caracterizada por manchas blanquecinas, causadas por deficiencia de pigmentación).

    Nadie había hecho referencia al padecimiento del candidato del PRI y los partidos Verde y Nueva Alianza, y menos a la palabra “mancha” como sinónimo de corrupción. En México tienen vitiligo entre 1.25 y 2.5 millones de personas, equivalentes al uno o el dos por ciento de la población, según la Fundación Mexicana para la Dermatología (Quadratín). El desacierto, equiparable al de Francisco Labastida cuando se quejó de Vicente Fox por llamarlo “la vestida”, se cometió en uno de los spots del abanderado tricolor.

    Si los genios del PRI pretendían marcar en 30 segundos una diferencia entre su candidato y el presidente Peña Nieto, no lograron su objetivo, pues, para la mayoría, representan los mismos intereses. El mensaje subliminal es que Meade no rehúye el diálogo con estudiantes. Peña, en su campaña, se escondió en los sanitarios de la Universidad Iberoamericana cuando los alumnos lo increpaban con caricaturas del expresidente Carlos Salinas, a cuya cena de cumpleaños 70 asistió el 7 de abril pasado.

    Si Peña, además de no haber podido citar tres de sus lecturas preferidas, y de confundir a Enrique Krauze con Carlos Fuentes en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (2011), pronuncia un inglés ininteligible, Meade presume de hablarlo “bastante bien” y de haber leído muchos libros. “Me encanta la lectura”, dijo a uno de los universitarios (dos hombres y dos mujeres, para cuidar la paridad de género). Empero, el tema de fondo no es la literatura ni los idiomas, sino la corrupción. Cuando Meade pregunta por quién van a votar, uno de sus interlocutores interrumpe: “¡Pero todos (los candidatos) son una bola de corruptos!”.

    El momento de lanzar dardos contra AMLO y Anaya había llegado: “No todos somos iguales. Se puede hacer política sin lavar dinero”, (¿cómo el candidato del PAN, imputado por la PGR de triangular recursos en operaciones inmobiliarias?) “sin tener un solo peso al margen de la ley” (¿cómo AMLO, a quien ha llamado “fantasma fiscal”?). “Yo lo he hecho los últimos años”, replicó Meade.

    Su consejo a los votantesjóvenes, donde tiene menos adeptos, es revisar y comparar: “no nos vayamos a equivocar en esta elección”. De nuevo, el miedo como trasfondo para disuadir el voto por AMLO. El recurso funcionó a medias en la elección de 2006, pues el candidato de izquierda estuvo a medio punto de ganar la presidencia, pero ahora queda agotado. ¿Cómo remontar los 20 puntos porcentuales que separan a Meade de López Obrador (Reforma)? ¿Alcanzará la guerra sucia para revertir la tendencia? ¿O al final será Anaya el beneficiario? La corriente anti-PRIAN impulsa al candidato de Morena.

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