Maldivas: La llave del último paraíso

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Malé es el nombre de la isla principal y también de la ajetreada capital de la República de las Maldivas, el país más plano del mundo. Cuenta una leyenda que el primer poblador de estas tierras fue un príncipe cingalés que encalló en una laguna con su esposa, hija del rey de Sri Lanka, y dominó la región conviertiéndose en el primer sultán. Tras ser asediada por piratas y varios sultanatos, en 1968 se instauró la República de las Maldivas, tal y como la conocemos hoy.

Con apenas dos kilómetros de largo y uno de ancho, Malé es la isla de mayor extensión del archipiélago y su capital la más poblada, con unos 80.000 habitantes. En este sentido, es una de las urbes más densamente pobladas del mundo. Ocupa casi todo el terreno de la isla y está localizada en el atolón Kaafu, en el borde sur del atolón de Malé. Dibujada con casas de plantas bajas y pocos pisos, es el único lugar del archipiélago donde pueden verse edificios más altos que los cocoteros. Aquí se halla la sede del Gobierno y es centro de negocios, empresarial, comercial… Todos los servicios necesarios se encuentran allí: bancos, cajeros automáticos, centros de salud…

Cualquier viajero que quiera pasar unas idílicas vacaciones en las Maldivas tiene que recalar en Malé, ya que el Aeropuerto Internacional de Malé está en la vecina isla de Hulhule. La ciudad se divide en cuatro áreas: Henveiru, Galolhu, Maafannu y Machangolhi. Otras tres áreas se encuentran fuera de la isla de Malé: Vilimalé, en la isla de Villingili; Hulhumalé, en la isla artificial del mismo nombre; y Hulhule, sede del aeropuerto.

Para completar la experiencia turística más allá de playas de ensueño, peces de colores y arrecifes de coral, hay que dedicar medio día a recorrer la cosmopolita Malé. La forma más fácil de orientarse es tomar el bulevar Marina Drive hasta el cruce de la calle Chandani Magu. Aquí descansan el colorista mercado y el Singapore Bazaar. Al final de la calle Chandani, hay que girar a la izquierda para coger la calle Medu Ziraye Magu. Este es el barrio de los monumentos más importantes. El Palacio Mulleeage, de estilo colonial y construido a principios del siglo XX, la Mezquita del Sultán Mohammed Thaurufaanu, el Museo Nacional o el Palacio del Presidente Maumoon Gayoom son citas indispensables. Otra opción es dejar volar la imaginación en los Jardines del Sultán, con rosas y orquídeas. Por último, no deje escapar la oportunidad de caminar por el paseo marítimo y recalar en alguno de sus restaurantes para degustar la gastronomía local, a base de pescado y marisco. Igual que en el resto de las islas, las playas de Malé son extensas lagunas de arena blanca flanqueadas por arrecifes de coral y un agua transparente.

Punto de partida hacia el paraíso

La isla de Hulhule acoge el Aeropuerto Internacional de Malé, donde aterrizan todos los vuelos procedentes del resto del mundo. Desde España, compañías como Iberia, Qatar Airways, British Airways o Alitalia, entre otras, nos trasladan a este edén. Los precios varían mucho, pero por 800 euros es posible volar hasta el paraíso. Una vez en Malé, la mayoría de viajeros optan por tomar un hidroavión para visitar el resto de islas. Desde el puerto de Malé, lanchas rápidas, cruceros de buceo o barcos de los diferentes resorts realizan el trayecto hasta las diferentes islas. Este destino turístico no ofrece muchas posibilidades a aquellos que desean realizar el viaje por su cuenta. Hay muchas islas habitadas por gente local que no permiten que los extranjeros pernocten en ellas. Por otro lado, los resorts están montados para el turismo de touroperador. No obstante, una posibilidad interesante para el viajero independiente es alquilar un barco tradicional de madera (donies) y moverse entre islas a su aire con un capitán y uno o dos marineros. Como alternativa, para aquellos que solo deseen descansar, nadar y tomar el sol, se puede alquilar un bugaló sobre el agua por un precio asequible. Paz y tranquilidad son las palabras que definen la sensación que se percibe en este destino de ensueño. Sea cual sea la isla elegida, el buceo, el esnórquel y las actividades acuáticas constituyen el gran atractivo de la zona.

Festival de colores

Las Maldivas están consideradas uno de los últimos paraísos debido a su condición vírgen y salvaje, a salvo de la explotación industrial. Sus paisajes tropicales, sus islas remotas, sus bungalós sobre el agua, sus lagunas de color turquesa o sus arrecifes de coral son el sueño de cualquier viajero que desee hacer un alto en el camino para recargar energía y renovarse antes de volver a la civilización. La fauna del archipiélago es variada. Las especies más comunes son los peces voladores, los pájaros corneta, las garzas reales y los fregatas. El atolón de Malé es una base excelente para observar la mayoría de las especies. Pero lo más sobresaliente es la fauna marina. Más de 200 variedades de coral pueblan los fondos acuáticos: corales abanicos, acroporas blancos o rosas, corales de fuego, corales setas… Un consejo: no hay que tocar el coral, ya que algunos son urticantes y además se rompen con facilidad. Estos bosques coralinos están poblados por mil especies de peces. Contemplarlos es sumergirse en un festival de colores irrepetible. Los más fotogénicos son los cardúmenes de labios dulces, los peces trompeta, los peces ángel y los peces corales. Cocoteros que se inclinan hasta acariciar el mar, árboles del pan e higueras Bengala constituyen la flora autóctona. En las islas del sur crecen también bambúes y eucaliptos.

Hoteles: La exclusividad más exquisita

¿Quién no ha contemplado la típica imagen de un lujoso bungaló sobre el agua acunado por aguas cristalinas? Es la imagen más característica en las islas de las Maldivas. Excepto en Malé y Kuramathi, solo existe un resort por isla. Todos ellos enmarcados en un entorno paisajístico tropical de película capitaneado por lagunas de agua azul turquesa, arrecifes de coral y una arena tan blanca que parece imaginaria.

La mayoría de los hoteles de la isla de Malé se concentran en el Atolón Norte y en el Atolón Sur. Uno de los más sibaritas y exquisitos es el Sheraton Maldives Full Moon Resort & Spa. Esta cadena ha instalado en la isla privada de Fuanafushi un resort digno de cualquier ensoñación de lujo sublime. Cuenta con 176 habitaciones en la playa escondidas entre la vegetación y con espectaculares bungalós que se elevan sobre el agua color cristal de la laguna. Destaca el Restaurante Casa Luna, con una selecta cocina mediterránea regada con una carta de vinos de todo el mundo. En el mismo atolón norte, el Banyan Tree Maldives Vabbinfaru Resort luce sus cinco estrellas junto a la isla de Angsana Ihuru. Es una de las experiencias más innovadoras y modernas de Maldivas. Su emplazamiento permite convivir en uno de los mejores arrecifes de coral del archipiélago. Su refinado spa constituye otro de sus puntos más atractivos. Nos trasladamos al sur para conocer el maravilloso Taj Exotica Resort and Spa(www.tajhotels.com), con villas flotantes de techos de palma que se integran en el entorno de manera natural. Ubicado en uno de los lagos más extensos de las islas, cada una de sus 64 villas está decorada en tonos y texturas naturales y ofrece vistas panorámicas al océano. Uno de sus secretos mejor guardados es el Jiva Grande Spa, un auténtico spa indio donde se ofrecen terapias alternativas. Muy cerquita, en la isla de Veli Azul, espera el Anantara Veli Resort & Spa Maldives, un establecimiento de categoría cinco estrellas que combina la serenidad más chic y elegante con el ambiente tropical. Sus 36 bungalós que se levantan sobre el agua disponen de todo lo necesario para pasar unas vacaciones de ensueño. Un spa ayurvédico, una piscina infinita y un gran salón frente a la playa forman parte de una lista interminable de comodidades y alternativas que dejarán satisfecho al viajero más exigente.

Con información de El Periódico.com

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