Más esperanza que miedo

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    Contra la retórica oficial, no es el miedo lo que podría decidir las elecciones presidenciales del 1 de julio, opción que recibió el 25% de las respuestas de la encuesta de Reforma publicada cuatro días antes del debate, sino la esperanza (40) y en segundo lugar el enojo (32). De acuerdo con ese estado de ánimo, lo más importante para el 59% es “sacar al PRI del gobierno”, no tanto “evitar que AMLO llegue a la presidencia” (22). La intención de voto por Meade y la aprobación del presidente Peña Nieto son casi equivalentes (22 y 21%, respectivamente).

    AMLO no solo está en posición de ganar la presidencia, sino también la mayoría en el Congreso (en 2015 la obtuvo en la asamblea legislativa de Ciudad de México en el debut de su partido). La preferencia para la elección de diputados federales se divide así: Morena 37%, PAN 21 y PRI 17. Por rangos de edad, el 43% de los jóvenes de 18 a 29 años, los cuales representan 26.4 millones de potenciales electores, casi el 30% de la lista nominal, apoya a AMLO, el 24 a Anaya y el 12 a Meade.

    De ese mismo grupo, el 50% de quienes cursan estudios universitarios votaría por el candidato de Morena, el 12 por el de Acción Nacional y el 11 por el del PRI. El resultado contrasta con un sondeo previo de Reforma en 15 instituciones de educación superior de Ciudad de México, Monterrey y Guadalajara, según el cual el 45% sufragaría por Anaya, el 21 por AMLO, el 16 por Meade y el 10 por Zavala.

    López Obrador parece inalcanzable. Además, tiene la ventaja de haber sido inmunizado por el gobierno, el PAN y los poderes fácticos contra las guerras sucias. No es casual entonces que la principal motivación sea expulsar al PRI de Los Pinos. Fox lo consiguió en 2000, pero él y Felipe Calderón lo reinstalaron doce años después. La situación política de hoy es consecuencia de tres sexenios de violencia, corrupción, impunidad y arrogancia política pocas veces vistas.

    Con una ventaja de 30 puntos porcentuales con respecto al candidato del presidente Peña Nieto, según la encuesta de Reforma, y a pesar la complicidad del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación con el gobierno, sería suicida intentar un nuevo fraude para impedir la tercera alternancia, esta vez hacia la izquierda. AMLO dista mucho de ser Mandela, Walesa, Václav Havel o José Mujica —los dos primeros ganadores del Nobel de la Paz y el tercero candidato al mismo premio—, cuyas contribuciones a la democracia y a la

    política fueron enormes, pero es quien ha catalizado el enfado social contra un sistema sin sustento popular y con mínimos históricos de credibilidad.

    Casi cada uno de cuatro entrevistados piensa todavía que AMLO representa un peligro para México, pero con Meade la relación sube a casi uno por cada tres. Si pueblo y AMLO se identifican mutuamente, es porque habitan la misma realidad de un país donde la justicia se subasta a diario y los poderosos siempre ganan. Aun en desventaja, el escenario es propicio para Ricardo Anaya, a pesar de los fracasos del PAN como gobierno —uno de los mayores, o el más reprochable, es haber faltado a su promesa de atacar la corrupción—. Si en los dos meses restantes de campaña atrae el voto útil del PRI y, en un gesto de altura, Margarita Zavala se le une —pues como independiente sus posibilidades de ganar son nulas y una eventual alianza con Meade y el PRI tampoco los salvaría de la debacle— el milagro podría ser.

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