El cerco en torno a Peña Nieto

    Por Jesús R. Cedillo

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    Si usted estimado lector, me ha favorecido con su lectura a lo largo de los años (toda mi vida he escrito: ahora en materia cultural, ahora crónica urbana, hora periodismo político, hora reportajes, periodismo de viajes y gastronómico, entrevistas…), tengo una constante, un sino que me caracteriza: soy un perpetuo aguafiestas. Un nihilista tozudo y necio. Como son los buenos nihilistas, vaya. Nada me conmueve y menos nada me convence. Por eso creo yo, siempre doy en el blanco. La última la cual acerté con al menos un año de anticipación (no se necesitaba ser un genio para ello ni tener bola de cristal alguna): la victoria de Miguel Ángel Riquelme en las urnas en Coahuila. De “elección histórica” se pasó rápido y en un tris, a un funeral. Yo lo dije con mucho, mucho tiempo.

    Ahora sucede de igual manera a nivel estatal (elección de senadores, diputados y alcaldes de Coahuila) y claro, la elección presidencial, a la cual se le endosan todo tipo de títulos: “la madre de todas las elecciones”, “la elección histórica de México”, la elección donde se “juega el futuro de la democracia y del país” y un largo etcétera. Basura. La elección va ser una más en la larga cuenta del rosario de la “democracia” mexicana. Tal vez sea un misterio “doloroso” lo que estamos a punto de rezar (votar), pero va a ser una más, así de sencillo. El mesías llamado Andrés Manuel López Obrador de nuevo va arriba en todas las encuestas, como en las dos elecciones anteriores, sólo que el día de las elecciones, siempre pierde. Nada nuevo. No hay sorpresas. Al final del día, no le alcanza para ser Presidente.

    Ahora, su nueva promesa ha sido la que todo México quiere se cumpla con él o sin él: meter a la cárcel a los corruptos políticos mexicanos (de cualquier tipo de partido, color y pelaje), los cuales son legión. El cerco entorno al Presidente Enrique Peña Nieto se cierra peligrosamente. Veamos. Los últimos datos del INEGI (Instituto Nacional de Estadística, Geografía y Estadística) dicen a la letra que sólo atrás de la fiera demencial de la inseguridad, el mayor problema que ven los mexicanos es la corrupción. Y caray, cómo no lo va a ser, si en los últimos diez años (seis con Peña Nieto), hay al menos 18 ex gobernadores en el país los cuales están fugados, encarcelados, los están investigando o sobre los cuales hay harta sospecha de desvío de recursos públicos para fines electorales o privados.

    La lista sólo de estos personajes es larga: Tomás Yarrington, Flavio Ríos, César Duarte, Mario Villanueva, Javier Duarte, Humberto Moreira, Roberto Borge… y estos son los nombres con más rating mediático; pero a un lado, figuran otros funcionarios, digamos, “menores”, que ahora están en el ojo del huracán por triangulación de recursos públicos, empresas fantasmas o de plano, desvío. Es el caso de Alejandro Gutiérrez Gutiérrez (presunto responsable del saqueo de recursos en Chihuahua por el orden de los 250 millones de pesos. Causas penales 780/2017 y 4094/2017), Ricardo Yáñez Herrera, Gerardo Villegas, Antonio Tarín, María Esther Monsiváis (empresas fantasma atribuidas a ella y su clan, habrían desviado 410 millones de pesos de Coahuila) y un largo etcétera. Si el INEGI dice que a pregunta expresa, los mexicanos ponen como segunda prioridad y preocupación diaria, la corrupción en México y esta corrupción galopante apunta en su mayoría a ex Gobernadores y ex funcionarios priistas, el plato con cabezas priistas en la bandeja, ya está servido.

    Y la venganza, usted lo sabe lector, se sirve fría. El problema es uno: AMLO, un sólo hombre no puede ni debe erigirse en juez, investigador, testigo, ministerio público, policía y menos en… verdugo. A eso se le llama lo de siempre en Latinoamérica: un cacique. Regresaré al tema en poco tiempo.

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