¿Tendencia irreversible?

    Por Gerardo Hernández González

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    Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), fundado en 2014, carga menos lastre que los principales partidos nacionales (PRI, PAN y PRD), pero tampoco es el mejor. El clima dominante para las elecciones presidenciales y de Congreso general es de enfado social contra una clase política predadora, cínica y en algunos casos vulgar, y una tecnocracia soberbia e incompetente que busca por todos los medios a su alcance hacerse con el poder otro sexenio, a pesar de su fracaso en la conducción de la economía. La deuda externa ronda los 194 mil millones de dólares, 37.5% más que en el gobierno de Felipe Calderón.

    La atención del país está centrada en Andrés Manuel López Obrador (AMLO), candidato de la coalición Juntos Haremos Historia (Morena, PT y Encuentro Social). El PRI y el PAN tratan de cerrarle el paso como en las dos elecciones anteriores, pero esta vez parece que ni la guerra sucia ni los errores del exjefe de gobierno de Ciudad de México cambiarán una tendencia, en apariencia, irreversible. Gran parte del liderazgo de AMLO se debe al PRIAN. Las presidencias de Vicente Fox, Calderón y Peña Nieto no impulsaron al país. El crecimiento económico ha sido mínimo, la pobreza se elevó en los últimos años y la corrupción alcanzó niveles nunca vistos. México ocupa el lugar 135 (de 180 países) del ranking de Transparencia Internacional.

    AMLO tomó la iniciativa antes de que empezaran las campañas, y marca la agenda como si ya fuera presidente. Un caso es el del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM). El candidato de izquierda puso en el tapete la necesidad de revisar los contratos de la obra, cuyo costo se ha encarecido sustancialmente (del presupuesto original de 169 mil millones de pesos subió a más de 212 mil millones y aún podría incrementarse), ante la sospecha de actos de corrupción e incluso propone cancelar el proyecto.

    El gobierno de Peña Nieto y los candidatos Ricardo Anaya, de la coalición Por México al Frente (PAN, PRD y Movimiento Ciudadano), José Antonio Meade, de Todos por México (PRI, Verde y Nueva Alianza) y Margarita Zavala (independiente) reaccionaron contra las declaraciones de AMLO. Incluso el presidente del Consejo Coordinador Empresarial, Juan Pablo Castañón, aceptó discutir el tema. AMLO se mueve y actúa como si ya fuera presidente y así lo ven muchos. La intención de voto lo separa cada vez más de Anaya y de Meade. En la anterior campaña, dijo ser “políticamente indestructible”. El tiempo parece darle la razón.

    AMLO, cuyo compromiso de combatir la corrupción parece más creíble que el de Meade, Anaya y Zavala, dio un giro en su discurso. En una reunión con empresarios en Saltillo, el 27 de febrero, insistió que “México necesita

    reconciliación y no venganza”. La actitud se interpretó como un gesto de buena voluntad hacia la presidencia de la república y el PRI, para no investigar a Peña Nieto. El candidato de Juntos Haremos Historia habría suavizado su discurso contra la “mafia del poder” para generar confianza y evitar un nuevo boicot. Sin embargo, el servil fallo del TEPJF para imponer a Jaime Rodríguez en la boleta de presidenciables y combatir al fundador de Morena, echa por tierra cualquier acuerdo. AMLO, quien dice que sus modelos son Juárez, Madero y Cárdenas, no Chávez ni Maduro, está en la antesala de Los Pinos. El PAN y el PRI le abrieron las puertas desde dentro; y desde fuera, una ciudadanía agraviada por gobiernos anodinos, arrogantes y venales.

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