La falsa panacea (II)

    Por Gerardo Hernández González

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    Cuando el horario de verano se impuso por primera vez, en 1988, mi amigo Jaime Cantú Charles, empresario lagunero fallecido prematuramente, bromeaba: “Si el ahorro económico es tan grande como el gobierno afirma, ¿por qué mejor no adelanta ocho horas el reloj? Así pagaríamos la deuda externa”. El argumento cobra actualidad, pues con Peña Nieto la deuda se ha disparado casi a 194 mil millones de dólares. La economía no es tal, como dice Édgar London (“Espacio 4”, 584).

    «La Secretaría de Energía (Sener) y el Fideicomiso para el Ahorro de Energía Eléctrica (Fide) argumentan que los beneficios del horario de verano van más allá del ahorro de electricidad. También incluyen la protección del medio ambiente al evitarse la quema de combustibles para la producción de electricidad en el país.

    »Sin embargo, en ambos rubros, las más recientes cifras apuntan a la baja. Mientras en 2015, la Sener reportaba mil 470 millones de pesos de ahorro, el año pasado esa cifra se quedó en mil 332 millones —138 millones de pesos menos. Si la medición la trasladamos al ahorro en Gigawatts-hora (GWh), el desplome resulta más evidente, al pasar de mil 470 en 2015 a 899.7 en 2017.

    »Dentro del sector ecológico, las cosas no mejoran tampoco. Las emisiones de bióxido de carbono —principal causa del efecto invernadero— se redujeron en 466 mil toneladas durante 2015. Para 2017, el volumen sólo bajó 408 mil toneladas, un decremento de 12.4% en estos valores.

    »Un estudio publicado recientemente por el Journal of Economics and Statistics pudiera explicar este fenómeno. Quizás esta práctica de ahorro funcionara a finales del pasado siglo, pero hoy, en los hogares, existen cada vez más equipos, como los aires acondicionados, que echan al traste la intención de bajo consumo eléctrico. El reportaje del Journal of Economics and Statistics tomó como referencia los patrones de consumo eléctrico en Indiana, EE.UU. entidad que hasta el año 2006 tenía algunas regiones donde se adoptaba el cambio de hora y otras no. Luego de analizar los resultados, curiosamente, las regiones con horario de verano consumían más electricidad que aquellas que no lo hacían. ¿La razón? Más luz solar en verano, también implica más calor. Si bien por un lado se reducía el uso de bombillas para iluminar las casas, se disparaba el uso de ventiladores y aires acondicionados para mitigar los bochornos veraniegos.

    »Otro de los elementos que esgrimen los defensores del horario de verano es el fortalecimiento de los negocios pues hay más tiempo de luz natural para que las personas circulen por las calles. No obstante, la realidad es que muy pocos negocios adelantan una hora su horario habitual de atenciones para adaptarse al horario de verano pues esto afecta los hábitos de sus consumidores y, por otro lado, caería en discordancia con el resto de las entidades como las escuelas, por ejemplo, donde los propietarios o sus empleados tienen a sus hijos.

    »Si bien es cierto que algunos sectores empresariales pueden verse beneficiados con una mayor presencia de luz solar, a otros no les conviene. Las tiendas minoristas, usualmente, están a favor de esta regulación. Los clientes acostumbran a visitarlas más durante el día que en la noche. Otro tanto pueden decir quienes saquen réditos del ejercicio físico o el deporte. Las personas suelen aprovechar la claridad diurna para este tipo de actividades.

    »Sin embargo, no favorece a la industria del entretenimiento, antros, bares, discotecas, que ven reducidos el tiempo potencial que utilizan sus visitantes pues llegan más tarde y el horario de cierre no cambia. Por lo tanto, tienen menos tiempo para consumir… y la casa pierde»

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