El lobo y Caperucita 2/2

    Por Jesús R. Cedillo

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    “Lolita” de Vladimir Nabokov pronto se convirtió en un parteaguas literario y el término se ha quedado anudado a las nínfulas pre-adolescentes para definirlas de por vida. Caperucitas que encuentran a su lobo seductor y feroz. El palimpsesto sobre “Lolita” se presenta con inusitada frecuencia en la narrativa contemporánea. Para efectos de este par de sucintos artículos, únicamente me ocuparé de cuatro novelas que retoman, abordan y glosan el papel de Lolita y su relación con hombres maduros, en algunos casos viejos, los cuales pasan de corruptores a ser corrompidos por ninfetas-muchachas-adolescentes que, amén de trastocar los sentidos, se convierten en símbolos y metáforas poderosas en todos los sentidos.

    El autor italiano Italo Svevo (1861-1928) aborda en dos de sus novelas el amor que vive un hombre maduro por una jovencita, tema que los analistas han visto como una reflexión sobre la vejez y la decadencia de la vieja Europa. La novela que hace referencia a lo anterior, en traducción para editorial Acantilado es “La historia del buen viejo y la bella muchacha”; menos acertado y más preciso y prosaico, el título de la misma novela para editorial Montesinos es sencillamente: El viejo y la jovencita. La segunda novela de Svevo sería “Senectud.” En esta última, aunque no se trata exactamente de la historia de un viejo, se refiere más bien, según ha definido Claudio Magris, al “cansancio vital y existencial –o mejor, la conciencia de ese cansancio– que asalta la cultura europea y la inteligencia burguesa y que es vivida desde adentro, en el plano inmediato de los sentimientos y pulsaciones, a través de las ambivalencias del amor y los celos.”

    “La historia del buen viejo y la bella muchacha” es un cuento convencional: un viejo adinerado se encapricha con una joven pobre, la relación se interrumpe tras un amago de infarto;, luego, el viejo reanuda sus relaciones con la joven de manera paternal. Tras el infarto, el viejo empieza a escribir para explicárselo todo, “Y así fue como en los últimos años de su vida nuestro buen viejo se convirtió en escritor.”

    Tras una estratagema sencilla que vive en el relato moralista, se esconde acaso una sobrada conciencia del cansancio que recorre al viejo como metáfora funesta de lo que pasa en Europa: debilidad finisecular, la decadencia de la vieja cultura y sus cimientos a punto de derrumbarse.

    Hay otras dos novelas, son del candidato al Premio Nobel de Literatura, el norteamericano Philip Roth. Tanto “La mancha humana” como “El animal moribundo” son obras que están emparentadas: los protagonistas son hombres en el crepúsculo de la vida, acompañados y perdidos en brazos de adolescentes y mujeres en plenitud de edad (una especie de post Lolitas), alambicadas y pecadoras.

    El lobo y Caperucita siempre estarán como moda literaria. Esto, digamos de manera un tanto actual. Pero hay dos ejemplos poderosos de la narrativa nipona, ambos de Yasunari Kawabata: “Mil grullas” y “El palacio de las bellas durmientes.” Texto éste último el cual recreó, otro palimpsesto, Gabriel García Márquez, en su novela corta, “Memoria de mis putas tristes.” Las lecturas no tienen final.

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