Fórmula para el fracaso

    Por Gerardo Hernández González

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    José Narro Robles puede reagrupar a la corriente del extinto Luis Donaldo Colosio y a otras fuerzas del PRI marginadas o dispersas. Peña Nieto tomó el control de esa formación un año antes de ocupar la presidencia y nombró a los 10 últimos dirigentes.

    La lista incluye a Claudia Ruiz Massieu, todavía en funciones. Los más nefastos fueron Humberto Moreira, defenestrado entre acusaciones de corrupción por la megadeuda de Coahuila, y Enrique Ochoa, quien años antes negó pertenecer a ese partido. Peña y Ochoa sepultaron al PRI, no solo por su desempeño, sino también por despreciar a la ciudadanía, humillar a la militancia, fomentar la corrupción y proteger a los venales.

    Por esa razón sorprende cómo, tras la derrota mortal de 2018, el Gobernador de Campeche, Alejandro Moreno, pretenda repetir la fórmula de Peña Nieto: apoderarse del PRI con un ejército de mapaches –comandado por Rubén Moreira– para convertirse en candidato presidencial en 2024.

    Cual si los agravios y el repudio hacia las siglas tricolores y su significado fueran un recuerdo etéreo, fácil de olvidar; y los errores del presidente López Obrador, el acicate para que los electores vuelvan a ponerse en manos de un partido habituado a mentirse a sí mismo. Su padrón es un ejemplo: de los 6.7 millones de militantes registrados, solo 20% (1.3 millones) es válido.

    Beatriz Paredes, coetánea de Colosio y formada también en la cultura del esfuerzo, fijó su posición con respecto a la inminente elección priista, en el consejo político del 6 de mayo. Después de pedir perdón por haber sido presentada como exlíder del PRI y senadora –«la militancia va a decir: “pura pinche cúpula”»–, advirtió que para evitar la polarización y la quiebra del partido debe haber un acuerdo previo entre los aspirantes. «Si el partido organiza la consulta tiene que haber absoluta certidumbre de todos los participantes en la pulcritud con la que se va a manejar el proceso electoral interno».

    Exgobernadora de Tlaxcala y primera diputada en contestar un informe presidencial (el tercero de López Portillo en 1979 y dos de Vicente Fox), Paredes precedió en la dirigencia del PRI a Humberto Moreira, y su nombre se barajó en la sucesión de 2012.

    Pudo haber sido la Dilma Rousseff mexicana (la presidenta de Brasil, electa dos años antes, recibió a Paredes en 2013 como embajadora de México). Con ese antecedente, la también exlíder de la CNC soltó de su ronco pecho:

    “El PRI está viviendo uno de sus momentos más difíciles (…) de repente las disputas por el poder al interior (…) nos llevan a olvidar el compromiso que tenemos con el conjunto nacional (…) a relegar cuál es la verdadera razón de ser de un partido (…) que se pretende mayoritario”. ç

    El mensaje de Paredes a Moreno es rotundo: o la presidencia del PRI o la candidatura presidencial, si acaso llega, no ambas: »Dije en mi discurso de toma de protesta (como líder nacional) que no aspiraba a ser candidata a presidente de la República y lo cumplí (…) esa fue la piedra angular de la confianza de las corrientes (…).

    Tuve que sacrificar lo que hubiese sido una legítima aspiración, por el bien del partido y (para) articular a un conjunto de personalidades y de corrientes en un momento muy complejo de transición política. (…) este todavía es un momento mucho más grave (…) porque la irresponsabilidad con que se está gobernando es dramática. (…) Para construir país necesitamos construir partido, que este partido pueda renacer».

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